Aridecer es más fácil que fertilizar.
Sin legado cultural se desanda rápidamente el camino del progreso.
No se puede dormir una sociedad en el dulzor del bienestar de hoy.
En el mañana se pagan todas las borracheras del orgullo.
Se paga la exultante plenitud de la pleamar de bonanza que con el esfuerzo de los pretéritos hemos logrado.
El mundo no regala nada y el momento solo permite el disfrute del logro, que si no cuidamos no podremos legar.
Una idiosincrasia, una civilización no es una generación, son muchas generaciones trasmitiendo un acerbo y el blindaje de todo aquello que nos ha configurado como dominante cultura y como destino de igualdad.
Pero el logro es arduo y efímero, y si no lo preservamos se evaporará.
Todo esta imbricado, teoría de vasos comunicantes por los que fluye nuestra ociosidad.
Hoy somos cumbre, mañana quizás llano y pasado mañana sima de penuria.
Aridecer es fácil, empobrecer aun más, tras nuestro dique de contención está el desierto, que nos quiere volver a desertizar.
Desmantelamos con nuestro vago presente el cálido edificio que nos ampara.
Y si no defendemos con uñas y dientes nuestros valores nos asolará la barbaridad.
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