Llamamos la atención con frecuencia del peor de los modos.
Con la peor de las clases y el menos refinado de los estilos.
Somos hienas moteadas en los ábsides de la gloria.
En el deambulatorio de las letanías a Satán.
Todo dice y las cornamentas de nuestras manos hablan tan mal de nuestros gestos.
Lo dicen todo, aunque todos no nos hayan visto.
Ademanes en los gordos dedos, que hablan a gritos de que comulgamos en pecado.
Hablan nuestras palmas del martirio de nuestra casa neta de polvo y polvos.
Bañada de lodos y harinas, canturreando feria de papo agrio.
Gorigoris de entrañas hueras, de ubres secas.
De corazón de piedra, que roba abrazos en la estrategia de dar pena.
Roe la víbora de la envidia el pecho muerto, el latido de hielo del hambre de merito.
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