viernes, 23 de noviembre de 2018

Madale Pombal


Magdalena Pombal Mendiluze, era hija de un nuevo rico, de un chocolatero, de un indiano que tras volver de Cuba cargado de muchos cuartos, monto una fabrica de barquillos achocolatados y de pastas de cacao fino. Magdalena tuvo una infancia parca, discreta, sin lujos, ella creció con su madre en la aldea, mientras Nicasio amasaba fortuna en la isla. Creció sola hasta que su padre volvió, pero regresó tarde para darle un hermano, por eso todo el legado recayó en ella.
Madale creció ambiciosa, ilusionada con el proyecto que le contaba su madre, con el prosperar y ser preeminentes. Visitación le leía una y otra vez a su hija, las cartas de su esposo, sus cuitas y sus números, sus anhelos.
Nicasio jugó con ventaja en Cuba, el haber estado en el seminario le había dado una formación muy válida en una tierra donde casi todos los que emigraban a buscar fortuna, sólo tenía la instrucción de un patán.
Nicasio descargo barcos, durmió en la calle, escribió cartas, leyó cartas y hizo pequeños números y llegó con tesón a hacerlos muy grandes. En un año, llevaba los números de un ingenio azucarero, y en dos, todas las cuentas de un gran hacendado de Cienfuegos.



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