sábado, 30 de mayo de 2020

Rodar


Adoro el verbo rodar y todo lo que entraña, habla de no resistirse y dejarse domar, por una corriente que no es nuestra. pero que asumimos como inevitable y dramático cauce.
No quisiera rodar, pero ruedo, confundida entre una multitud de cantos como yo, que el agua y el áspero lecho van ahormando. 
Soy el producto de mi falta de rebeldía, o de una rebeldía que se deja llevar, de una rebeldía que no crea cauce, sino que se encauza en el vial establecido por esta sociedad para protestar.
Siento que ya no soy nadie, que me he diluido en este estanque infecto, en este acomodado paraíso de putrefacción.
Adoro el verbo rodar, porque es cómodo, porque es un acto sin premeditación.
Necesito pastillas para dormir, porque ser convencional me frustra, pero no tengo fuerzas para oponerme a nada. 

2 comentarios:

  1. Esto me ha salpicado. Por un instante has hecho rodar mi cabeza como una decapitación tras esas palabras. A veces quisiera verme como uno de tus personajes de cuellos elongados y dar ese estirón de tallo vegetal, alejándome del trillado reflejo de mi efigie típica de pasaporte y DNI ortodoxos. Yo quiero pensar que si un artista no puede dormir, es porque subrepticiamente su ingenio está merodeando nuevas estrategias de rebeldía. Crisis creativas a parte... yo duermo muy bien siempre, demasiado bien. Lo que de verdad me cuesta es despertar cada mañana y asumir la vida común cada nueva jornada, lejos de esos círculos del arte, que anhelo, y que no tuve jamás huevos suficientes de experimentar o aproximarme, o de aprender activamente y empaparme, cuando realmente era el momento de hacerlo. Pero me alivia un poco mantener la fantasía de que albergo cierta conexión intuitiva con los artistas. Será por las pastillas que me tomo de día jajaja.

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    1. La rebeldía, no es un estanque. La rebeldía. es un encabritado mar, no es calma lo que subyace tras la creatividad y ese afán por ir contra la imperante corriente. Es tan grande el miedo a ser corriente, que con demasiada frecuencia atenaza. Amén de que la rebeldía no es un estado perenne, uno necesita descansar y en ese descanso uno se deja llevar por el cauce de la convención. Los afectos nos ahorman y son los que más nos amputan las alas, volar es una proeza y es imposible sin aborrecer. Para crear uno tiene que morder salvajemente la mano que lo doma y acaricia. Siempre son necesarias las pastillas, muletas que nada demandan, que van de nuestra mano a la boca y vuelven de la cabeza a la mano, tras apaciguar la destructiva furia.

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