viernes, 13 de diciembre de 2013

Es llovizna

La soledad es llovizna.
Es escarcha en la mañana.
Es casas vacías.
Es una calle sin nadie.
La soledad son las chimeneas sin humo.
Los desangelados hogares.
La soledad es espera.
Espera del último ángel.
Es densa la soledad del pueblo.
De las luces mortecinas del alba.
La dura soledad de no encontrar razones para vivir más albas.

Casi estilete

Llego el frió para quedarse.
Llego la lluvia fina e hiriente.
Casi hielo.
Casi estilete.
Llego el silencio para habitarme.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Cadenas

Mentiras encadenadas.
Mentiras que encadenan.
Lo que digo tener.
Lo que digo y no tengo.
Cadenas reales.
Cadenas de acero.
Sonreír y mentir.

Hartazgo

La inactividad del sensato, consiente tanto y tan intolerable ruido. 
Que está en entredicho su sensatez.
El dialogo tolera mucho ruido.
Torea el grosero al tolerante sensato.

La valentía

La valentía es una visita que siempre se demora.
Es un ruego tardío.
Es un arranque que más que defender, venga.
Ser educado y ser valiente es complicado.
Hablamos y consentimos en demasía al enemigo.
Y ser paciente no es ser valiente.

Valles de ocultación

La orografía de las alfombras.
Cordilleras de delitos.
Montañas de cadáveres,
Cuestas y valles de ocultación.
Nada limpiáis y rugoso es el pelo de vuestras alfombras.

Buitres

El permanente reproche.
No es ya un castigo vivir en los pabellones del cáncer.
Sintiendo como crece la ponzoña.
Sintiendo como se hace verde el rosa.
Sintiendo el tormento del tiempo lento y monótono.
Me impulsan las desgracias.
Las ahorcadas letanías.
Los alaridos monstruosos de blanquecina espuma.
Me encerraron por loco.
Y me vuelvo loco encerrado.
Me señalaron las manos del estrépito.
Las bocas que todo lo cacarean.
Me enclaustro la sensibilidad al llanto.
Al hambre del inocente.
Me condenaron los pleitos pobres.
Los barcos en los que nadie se embarca.
Los infantes que no nacen.
Sí, fueron las bordadoras de trapos de santos.
Las que dan forma con hilos de oro a flores que en su vida  nunca ha habido.
Concurrís a la plaza publica con la esperanza de presenciar escarnios.
Vais airadas, huecas en el paripé de vuestro pavoneo.
Buitres que intentáis parecer pavos.
Envueltas en incienso tapáis el hedor a carroña.

Mal agüero

El mal agüero de estar a la sombra del ala de un cuervo negro.
Solo por no estar enlodado.
Por vivir en la planta noble.
Por caminar erguido.
Por no sentir miedo a tu aliento de azufre.
Solo eso, ignorarte, provoca la guerra.
Y se que ya has cogido hoces, garrotes, tijeras de podar, guadañas.
Se que soñáis matarme en las escaleras de ascenso a mi gloria.

El pequeño condado

Vuelve a arremeter el necio con sus necias demandas.
Vuelve a enredar con zarzas mi sangre.
Zafio que azuzas a mi hermano contra mi.
Baladrón bodoquero, con ínfulas de convertir en reino.
Un pequeño y favorecido condado.

Palabras de fuego

He abierto las ventanas al mundo.
Al frió mundo que quiero que entre en calor.
Leña al fuego.
Palabras al fuego.
Calentaré la tierra con soflamas de bondad.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

La gorda

Es la gorda un tentetieso, es una mujer lustrosamente gorda, vulgar y hombruna.
Es un tarascón de anchos costillares.
Mujer de hueso ancho y una buena cobertura de manteca, que borra y hace desaparecer esos huesos.
Es un montón de carne.
Es una mujer buche, sin cuello y cabeza pequeña y redonda abultada por una maraña de pelos rubios fritos, peinados en nido de coguta.
Dios no la hizo rubia pero la potasa si.
Es una mujer tapón que crece con la estrategia del quiqui hueco, seco y fosco.
En la orondidad de su rostro destacan unos ojos azules que salvo zafiedad, nada dicen.
Es obvio que no la engorda el aire, la engorda el rumiar pienso y maldades.
No os había comentado que es una mujer corpulenta y avinagrada.
Ella dice que sabe leer, aunque ningún vocabulario tiene.
La llaman en el barrio la gorda de los cojones.
Creo que no los tiene porque dos engendros ha malparido, pero dado su estar podría tenerlos.
Es mujer que honra merece pues a sus progenitores se parece, lo ha mamado bien y rinde cuente de su vulgaridad en todo momento.
Es temible su arrolladora envestida de locomotora.
Asustan sus berridos pero es como todo cachalote torpe en movimientos.
Su oficio es limpiar lo limpio, o por lo menos limpiar hasta donde ella llega sin atorarse.
Experta en desgastar sartenes, tiende a cocinar maldades fritas, con salsa de calumnias.
Suele aparecer varada en el balcón callejero departiendo chismes y alaridos.
Difundiendo mentiras amasadas con harinas de blanquear lobas.
De la cocina de degollar corderos a la mesa camilla de cortar trajes y de allí al balcón de las soflamas arruinadoras.
Engorda en el contubernio, en la corrobla, en el comadreo y la insana envidia del que solo de la puta vieja heredo ordinariez.
Ella es el buque insignia del clan del despelleje y la guillotina.
Ella es la reina de esta corte de parásitos de anchos y fuertes tronos.

Afrodisíaca

No me mueve el animo de entrometerme.
Ni el animo de sentirme superior.
No quiero creerme nada, no quiero creerme nadie.
Pero observando me doy cuenta del poco lodo que a mi cuerpo tengo pegado.
Y con ese engreimiento que da la saturación de mierda, la veo entrar y salir, sin modestia.
La veo recocerse en esas mallas negras impropias por edad y físico.
Lo que la naturaleza no te da la faja negra no crea.
Recinchada y sin domar, no solo es vulgar, es hipervulgar y horripilante de ver, esas piernas informes, morcillas negras, de vastos andares de guerra, de hambre, de sucias emboscadas, de penurias de entrepierna.
Urgencia e improvisación de ninfomanía y atroz calentura.
Escaramuzas saldadas en retretes, en callejones, en asientos traseros de coches con olor a orín y colillas.
Sí, no veo nada de humanidad en mi vecina.
En ese ser a caballo entre vaca y mula, con pelitaje de zorra ajada.
Ni erra el barrio que la apela puta, guarra, sórdida y afrodisíaca.
No se equivoca uno, pues nada esconde y en sus labios todo se puede leer.
Clara como el agua es su suplica y pedigüeñez.
Turbio como el cieno, es su oscuro deseo con aroma de exudado y golondrino.
Jaca de dientes postizos, que al galope cumple edad.
De afeites recios, airados, violentos.
Sombra azul para ir a la guerra.
Vivida en exceso, sin tino.
Desmedidos tragos de copas muy agrias.
Afrodisíaca te habla con su voz rota, que no aclaran las gárgaras de coñac.
Rota entre los celtas y los amargos cafés.
Los chupitos de dyc y las mamadas.
Le canta el papo a digestiones cortadas de basura y nausea.
Huyendo de la preñez en la vorágine de las lavativas de vinagre y pastillas.
Entrañas encallecidas con tanta excursión al infierno.
Es una mujer de vida domestica marcada por la prisa, por el poco aseo, los comistrajos de pie en la cocina y el hambre de callejuela.
Su mirada es raya sobre raya en unos ojos corridos y ennegrecidos, en los sueños y cosméticos pocos reparadores.
Ojos negros de negra noche y pesadillas narcóticas.
Choca que tu oficio sea limpiar, con lo poco limpia que eres.
Yo en mi modestia pienso que su vida es malvivir, en esa casa baja de humedades perennes, con olores a cisterna rota y sardinas fritas y carente de sistemas de extracción.
Olor a pesca que embriaga las escaleras.
Olor a furcia espesa a la que el  hambre oscura, le impide atesorar nada.

Reinos de medias verdades



Nos pierde la magnificación del poco, cuando está rodeado de nada.
Reinos de tuertos.
Reinos de cojos.
Es crudo ver quien gobierna el mundo.
Es cruda ver la referencia.
Lógica basada en erróneas premisas.
Medimos en el contexto.
Y nos pierden en el contexto.
Referencias interesadas.
Referencias del interés.
Ídolos de barro.
Pella de barro que al caer al suelo parece un ídolo.
Casualidad, querer ver y tropezar caminan de la mano.
Por un fragmento no se juzga un todo.

El ciclo del ceder al terror

El hambre en la vida es un ciclo irredento.
Las fieras solo están apaciguadas si estan saciadas.
Acostúmbrate a ser atemorizado periódicamente.
A ser agredido periódicamente.
A satisfacer los caprichos y el hambre del que te extorsiona.
La liberación está en hacer desaparecer a la fiera, la fiera del terror.
Los terroristas son alimañas que periódicamente demandan.
Y quien cede y consiente se esclaviza al terror.
Mi muerte es tu muerte.
Mi negativa tu aniquilación.

Santa Catalina

Busco refugio muy lejos, en el valle de Santa Catalina.
Bajo los anaranjados caquis.
En le fragor del huerto.
Donde no lleguen los adoradores desatinados.
Que aprietan los puños para con saña golpear.
Correligionarios de la ira.
Fieles de misas negras y de cánticos injuriosos que provocan sollozos.
Hervís en la calentura febril de vengar.
Vengar un estado del que salvo vosotros nadie es culpable.
Un estado de desgracia debida a vuestra espiral de violencia y logros en el sin esfuerzo.
Rendís metas en el hurto.
En el ultraje.
En la usurpación.
Pero no rendís lo puro, el alma.
Rendís cuerpos y voluntades pero no la gema bella, rubí motor.
Habéis elegido ser temidos.
Y esa única entrega o rendición os provoca caos, furia y exasperación.