domingo, 7 de julio de 2019

La verdad


A nada me ahormo, porque no busco hormas. Más creo en las normas y en las partidas limpias, en las frases correctas y en abrazar sin miedo las cortantes palabras, la escabrosidad de sus formas, su cruda verdad. Esa verdad fiera que no gusta de aderezos, de afeites, del pringue baboso de la relamida mala conciencia de quien huye de la verdad, porque la verdad es una bandera de valientes, no de melifluos liantes, de tibios convenientes, de doblados con mil dobleces, con mil recodos, esquinas del chisme, en las que te cortan trajes, trajes inexistentes, que no de emperadores, trajes de envidia. Envidia, enfermedad insana de quien miente por conveniencia y por no ser inconveniente miente.
No motiva corrobla la verdad, no concita patibularias. La verdad cursa hiriente, como los espejos que reflejan lo que a ellos se enfrenta. La verdad, como los amigos que te la dicen haciendote llorar, no es fácil. Es más fácil y rentable, lo que hacen los otros, los agradables, ellos te ocultan y te cuentan cuentos y tras tu partida, a tus espaldas, hacen, con la verdad, la cruda verdad, chanzas.
No tiene horma la verdad, sólo tiene juego limpio, juego sin trampa. Por eso cursa sin séquito, porque no necesita fanfarrias, ni caer bien, porque la verdad sólo cae, y allá tú, si la abrazas o no la abrazas.

La molesta perfección


La perfección es molesta,
deseada y molesta,
frustrante y muy molesta.
Hay quien la busca,
hay quien sólo la denosta.
Reina en el esfuerzo,
también en la gracia nata.
La perfección es sólo impresión.
Es dura vara para medir gandules.
Y si la desentrañas,
sólo encontrarás tesón,
sacrificio y mucho tesón.
La perfección nos recuerda
que el grueso de los mortales
somos imperfectos vagos,
frustrados gandules.

sábado, 6 de julio de 2019

Teresa de Daimiel y Merchan


Tilila la razón, cuando la imperante norma impone sinrazones. Nos habituamos con facilidad a lo ilógico, a lo que contraviene el sentido común, cuando lo avala el único argumento, de que siempre ha sido así. Vivir en una dorada cárcel, forzaba a tragar quina, mucha quina. Y Doña Teresa de Daimiel y Merchan, Señora de Moreno de la Cal, llevaba comulgando con ruedas de molino, desde que fue desposada por su lote, sin amor, desposada como valiosa mercancía, que construía solar hidalgo de provinciana gloria. No dan la felicidad las alhajas, ni las criadas, ni los salones de oropel, eso no es felicidad, es solo teatro social, primeras filas de corrección, preeminencia sin ternura. Infeliz pero importante, dama de la caridad, ilustrísima señora, patrona de las obras pías de San Rafael. Atreo, nunca la quiso, si la preño, si le dio el lugar de señora, de esposa conveniente, de compañera con la que perpetuar la estirpe. Por eso Teresa, se aturdía con los sol y sombras, con su fiereza y su dulzor, se aturdía en las partidas entre iguales en infortunio y posición, élites de nieves perpetuas, elites de conveniencia y envidiada posición. Don Atreo no sabía amar y si a alguien amó, fue a Teodora, a La Sisi, a la puta que regentaba el Lupanar de Candiles. Con la cabeza apoyada en su regazo rumiaba tratos, decidía sentencias y ataba y desataba el día a día de la hacienda de los de la Cal. Atreo relajaba su misoginia con La Sisi, y la obsequiaba con parné y ternura, en aquel cuarto amplio y vulgar que tenía en la planta principal del burdel de Puerta de Palma.

Se clava en el alma


Aguijonea el dolor.
Curte y se clava en el alma,
Fortalece con saña.
Escribe con sangre la vida.
Meandros renglones.
En los cerrados recodos.
Mientras aprendo.
Siento que me mata.
Zarpazos en la piel tersa.
Heridas de tierra húmeda y parda.
Siento como se clava estar vivo.
Siento como pesa a mis espaldas.
Me corvan los días sin cielo.
Me doblan los soles sin calma.
Tierra que me está esperando.
Tierra que en los recodos me abraza.
Curte la vida el alma.
Hace de plomo mis alas.
Sílabas de melancolía.
Letanía sin alabanzas.
Arena que siega las briznas bajo mis plantas.

Atreo Moreno de la Cal


Maruja Moreno de la Cal, siempre fue muy cómica, muy cómica a pesar de su vivir tan trágico. Maruja en su infancia nunca pasó estrecheces, vivió ociosa en el Palacio del Deán, entretenida por los criados y la institutriz. Doña Teresa, les hacía el caso justo, las niñas ocupaban en su día el espacio preciso, estaban detrás de sus partidas, sus misas y sus sol y sombras. Era el servicio el que las educaba y atendía. El pequeño teatro que había en el palacete era un gran descanso, para evitar la pelma que daban las niñitas, allí pasaban los ratos de asueto Pilar, Prudencia, Maria Luisa y Maruja. Orestes, el único varón de los Moreno de la Cal, jamás jugaba con ellas, era tan misógino como su padre, Don Atreo Moreno de la Cal y Arnau de Vilaragut, hombre raro y vicioso donde los hubiera o hubiese. Atreo, era de salir y entrar poco en casa, era de cacerías, casino y de frecuentes escapadas nocturnas a los burdeles de Puerta de Palma. Vida de rico que se maltrata con los placeres que le posibilita su fortuna.
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viernes, 5 de julio de 2019

Hirsuto


El deficitario ingenio nos hace dañinos.
Nos aboca a habitar la siniestra ladera del plagio.
El asolanado secarral del remedo.
Pateticos cómicos, que asumen frases que salen de sus bocas engoladas, con tonalidades petulantes.
Infierno, que fuerza a ser oblongo espejo, a adornar de aspavientos, la frase oída al ingenio.
Zorras sobre coturnos, pelos cardados, hirsutos moños para ganar la altura del talento que nos negó natura.

jueves, 4 de julio de 2019

Eugenia Corrales


El poder con demasiada frecuencia, nace de un brillo especial en el pozo oscuro de nuestras pupilas, en esos pozos voraces que te engullen y subyugan. Meña era así, voracidad, subyugante descaro, fiereza y frontalidad. Eloy fue apresado por esa felina mirada, nada más toparse con ella en el Puente de Pingos, fue cruzarse y colisionar, y la colisión lo trastocó todo, encendió la mecha de la sumisión, de una sumisión gloriosa e intranquilizadora. El mundo lo llama amor, el mundo edulcora esta tragedia que amarra y fuerza a desamarrarse, fuerza a atarse a un nuevo puerto, al puerto de la amada, dueña, señora y hacedora de futuro común, de estrategias sociales, de anhelos y ansias.
Meña, trastocó el porvenir trazado para Eloy, desbarató los sueños de Delfina y en el solar de la suegra, edificó Meña el suyo. Las faldas de Eugenia Corrales, engulleron en su torbellino al obediente pavisoso y lo hicieron suyo, aun sin la aprobación materna, porque una hembra sabe que el amor carnal arranca al hijo del regazo materno, roba el tesoro que cuidó la madre con gran abnegación, y lo roba con la soberbia que da la victoria. Y así, el paseo al altar y la entrega del hijo a la nuera es la puesta en escena de una rendición, es un desfile de derrota, es una coreografía que entrega el cetro y el orbe, que entrega y rompe el vinculo, rompe la conexión fervorosa de la madre y el hijo. Meña disfruto ese día con la altivez de una leona joven, con el fuego infernal que incendiaba de entrega a Eloy, barro, bello barro en las manos de Eugenia Corrales.

miércoles, 3 de julio de 2019

La noche


El hombre en la noche.
Teme su negrura.
Teme su largura.
Teme el acero cortante de los sueños frustrados.
La noche cerca al hombre en el aprisco de las sombras.
En el redil de las dudas.
En el laberinto de los caminos sin salida.
En las puertas que nunca se abrirán, porque decidimos un día de cegador sol, que no íbamos a pasar por ellas.
La noche con su telón de estrellas, promete horizontes imposibles, promete lechos que son un témpano.
La noche no es del hombre.
Hojarasca de sueños vencidos.
Imposible olvido.

Tiene las manos vacías el que rebosa tersura


Que blando enemigo, es la lustrosa azucena.
Que poco bragada, está la hermosura.
Guarnecido por la artillería de los años, ya no espero asedios.
Es grosera la insolencia, del que siendo cautivo en torre de oro, se sabe que no es blanco de nada.
Mariposas que no vuelan a tan alta altura, que tienen bellísimas y fugaces flores, en la primavera del llano.
Corto horas con el cuchillo en la mano, oteo cuchicheos desde la inexpugnable atalaya, desde el lóbrego fortín de las nieves.
Que blando enemigo, es quien me rinde en los sueños, que cuitas se trae quien tan caro me vende la efímera ternura.
Que preso estoy, siendo tan libre, que poca felicidad me trae, no tener ataduras.
Batallas de noche y dia, en la soledad de los terciopelos, sin la torpe hermosura.
Tiene las manos vacías, el que rebosa tersura.
Soldados de plomo y de frágil calamina.



martes, 2 de julio de 2019

SOY OMO TAR


Cielo abierto cuajado de estelas.
Trayectorias pérdidas, viajes imposibles.
Evanescente presencia que fuerza mil ausencias.
Vientos sin sal.
Vivir hiere, empalaga, pudre.
Sator, arepo, tenet, opera, rotas.
SOY
OMO
TAR

lunes, 1 de julio de 2019

Traumas


En la herrumbre de las frases del ansia habita la insuficiencia.
En la corona de espinas que te ofrenda la mano de la envidia.
Sala angosta que posibilita movimientos parcos.
Sala donde sueña el que nada puede perder porque nada tiene.
Sala donde me mide Procusto.
Lecho de infierno, lecho que me ofrenda la infernal mediocridad.
Rodar a empellones de la cúspide, te llena de traumatismos.
Así son las manos miserables del que siente traumas.

domingo, 30 de junio de 2019

Moreno de la Cal


Aquella tarde todo era diversión. Doña Teresa, estaba preparando la merienda mientras hacían las niñas el indio en el teatro. Era una suerte que Maruja tuviera una casa tan grande, una casa con su teatro. Los Moreno de la Cal eran así, descuidados y ricos, muy ricos y muy descuidados.
Nadie en el pueblo era ajeno a las deambulaciones de los habitantes del Palacio del Deán. Ellos se relacionaban entre ellos, se relacionaban con los de los apellidos compuestos, con los de siempre, nunca con los que acababan de llegar y aún no eran nadie.
María Luisa, era una amiga natural de Maruja, las dos tenían apellidos compuestos, ella era de los Álvarez de Linares, otros ricos de siempre, ricos de muy menguada fortuna, ricos y descuidados como los de la Cal. Luisita, vivía enfrente, en una casona principal, en la Casa de Sevilla, que era como la llamaban en el pueblo, porque en ella vivió hacia mucho, mucho tiempo Serviliano de Linares. Sevilla era una corrupción de Servilia, de la Casa Servilia, de la casa de Serviliano. Se contaba que él, era quien la construyó, y que la llamo Sevilla, porque recreo en ella un salón de los Reales Alcázares. Todo cuento y corrupción sin fundamento, pero que al fin y al cabo, engrosaba la leyenda y el linaje de los Linares. La verdad era mucho más prosaica, pero lo prosaico no vende, ni corre las calles.

sábado, 29 de junio de 2019

Me perderé en las frases nuevas


Me perderé en las frases nuevas, en el cegador brillo de lo excesivamente brillante.
Soy lo que padece, soy un padecer que no obedece a razón.
Liquido star, de dramática primera fila, fila de carne de cañón.
Haciendo que parezca sencillo, lo alambicado, que parezca recto, el trayecto de los meandros.
No me temas, no soy temible, no soy nada, sólo soy hastío, que ha entrado en bucle.
Me desangro en el pudridero, que es este infecto lugar, me desangro y envidian los escombros, como me desangro.

martes, 25 de junio de 2019

Eloy de la Huerta


Eloy de la Huerta, siempre estuvo tras las faldas de su madre y al amparo de la Santa Madre Iglesia.
Desde muy pequeño fue monaguillo y pupilo de Don Honesto. Entró, como era natural, en el Seminario, siguiendo los pasos de su primo, que ya había sido ordenado y era en ese momento coadjutor en la Iglesia de San Juan Bautista de Tabarca la Real. En el Seminario Menor de Azaba permaneció interno hasta justo un año antes de la ordenación. Fue una sorpresa para todos y sobre todo para Delfina, su madre, que veía truncados sus planes de ser la madre de un canónigo de la Catedral de Santo Domingo de Guzmán, de ser como su parienta, como su cuñada Mercedes, que ya tenía a su hijo Braulio como Deán de la Catedral. Abandonó el Seminario sin razón aparente en un primer momento y desoyendo los consejos de su primo que le vendía el mejor de los porvenires posibles tras su ordenación. Y así pasó de unas faldas a otras, paso de las faldas de su madre a ir tras las faldas de Meña, tras las faldas de Eugenia Corrales.

domingo, 23 de junio de 2019

Meñita


Por qué a Doña Meña, la llamaban Meña y no Ignacia o el hipocorístico que casa con ese nombre, osea Nacha. La razón tenía su lógica, y estaba en su abuela paterna, Eugenia Corrales, que llamaba así a la niñita porque Clotilde, su nuera, no le quiso poner su nombre a la nieta, no se lo quiso poner en la pila bautismal, pero la suegra lo impuso en la calle. Y así creció Meñita, la nieta de la Meña, con ese apelativo cariñoso que ella sin problemas abrazó, con ese nombre que era una de las tantas batallas que su madre creía ganar, pero que había ganado la dominante abuela Meña.
Así son las victorias y las derrotas, monedas con dos caras, creemos ganar y hemos perdido, victorias que se cobran sus bajas, derrotas que nos abren las puertas de nuevas victorias.
Eugenia Corrales, solía salirse con la suya, sabía vencer haciendo creer que era la vencida. Ella sabía que ser mujer es ser convincente, es hacer que los otros asuman como propios tus anhelos, es saber mover los peones que te brinda la vida, peones que no saben que son tus peones, peones que creen ser reyes. El amor es la cadena más delicada y fuerte, el amor genera leales. Doña Meña, aprendió de la gran abuela Meña, a manipular generando vínculos y fieles.