La estulticia habita en los días felices, en el inexistente horizonte del necio. Quien ninguna meta persigue, ningún tormento padece. Los monstruos habitan en el jardín de la ambición.
Pensar produce desvelos, algo que no padece nunca el haragan. Muy claro lo tenía Balbina, buscar fortuna atrae muchos infortunios, ella, sabía de caídas y de cuervos enharinados; ella, conocía lo que es tener y perder, y volver a luchar y volver a tener. Todo lo que ella poseía, todo, lo había peleado con saña, pero aun así era criticada y envidiada por haber sudado a destajo su capital y su estatus.
Ninguna mujer había llegado tan lejos, a ser la presidenta de la cooperativa del aceite, hasta que ella lo fue. Sabía moverse entre hombre, sabía imponer su opinión, sabía pelear cuando tenía la razón, era un peón con porte y estatus de reina..
Solía decir Balbina, que el amor es un síntoma de debilidad, ella, nunca se había enamorado, o al menos nadie había oído que así fuera. Los caminos largos no permiten distracciones y ella no se habia distraido en nada, con nada, con nadie.
El exito tambien se cimenta sobre errores, sobre decisiones inamovibles que fueron una atroz equivocación. Y era ahora, cuando ella, lo sentía así. Decisiones imposibles de desandar.
Balbina, era una añosa reina virgen, que en su alcoba, echaba en falta un poco de calor.