sábado, 15 de febrero de 2020
La Virgen de la Peña
Diez de abril de 1809, los soldados franceses cabreados con la actitud del clero y sobremanera con Don Juan Alvarez de Castro, Obispo de Coria, incendian la Iglesia de Perales del Puerto; quemaron las imagenes, la de San Antonio, la de San Pablo, la del Salvador; ultrajaron los altares, quemaron las columnas, tiraron por los suelos los retablos, los bancos, los confesionarios, los libros de difuntos y casamientos; robaron la ropa de oficiar y quemaron e hicieron jirones las casullas, dalmáticas y capas; robaron el copón, el cáliz, los portaviaticos, las crismeras; y si algo quedó a salvo, fue porque no lo vieron o encontraron.
Era grande el enojo de los gabachos y tras destrozar y saquear la Iglesia, se dirigieron a la Ermita de la Peña, porque sabían que algunos de los levantiscos se habían refugiado allí. Al llegar a la Dehesa Arriba, y ver que llegaban tarde, porque estaban avisados de los destrozos y el pillaje en el pueblo, los que allí se escondían, encontraron la Ermita vacía y decidieron quemar también el edificio.
Poco se salvó en Perales, de la barbarie napoleónica, de los escarnios a un pueblo harto, que aglutinado en torno a su Obispo, sus pastorales y la Junta de Liberación de Badajoz creada por él y sufragada de su propio peculio, comandaba la Guerra de la Independencia contra el opresor francés.
La venerada imagen de la Virgen de la Peña, protectora de Perales del Puerto, y de gran arraigo y fervor en las Villas de Hoyos y Cilleros, pues la Ermita coronaba una pequeña elevación entre los tres términos, entre robledales y algún que otro alcornoque. Se salvó porque un zagal de apenas doce años corrió por los caminos de la dehesa, para avisar a Manuel Pérez y a Amalio de Sande, de que los estaban buscando y los querían prender. Angelín Ramada, informó a los que se habían ocultado en la Ermita, de todo lo acontecido en el pueblo, y por eso estos dos hombres y el muchacho, sacaron la imagen del templo y la escondieron en el monte, en un zarzal. Y así se salvó la talla que hoy se venera en Perales, junto con un Cristo de la Iglesia parroquial, que tampoco alcanzaron a quemar los malhechores gabachos.
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