martes, 11 de febrero de 2020

Un segundo de debilidad


La debilidad a veces es sólo un atroz segundo, que nos torturara toda una eternidad.
Hay hechos que son difíciles de entender, incluso para uno mismo, que es el actor de esos hechos.
Los caminos del la obsesión son inescrutables, y Germán, sentía, pero no entendía la razón de sus sentimientos, la insana obsesión que tenía con su padre, con su profesor de gimnasia, con el cura, Don Samuel.
Hay nortes, que uno sabe, que le van a hacer encallar, que le van a dejar varado de por vida, en los acantilados de la perdición. Escollos que proporcionan un insano e innato placer, sobre el que evitamos reflexionar.
Germán, había destrozado su familia, deseando y dando un paso más allá en la consecución de esa perversa meta. Sólo tenía dieciocho años y vivía en Delorent, a cien kilómetros de su casa, por estudios, esa era la excusa o razón esgrimida en la calle, pero su padre, bien sabía que no podía estar allí, con sus hermanos, con él.
Natalia, murió cuando ellos eran pequeños, tres años tenía Andrés, y sólo cinco Germán.
Desde muy pequeño despuntó en rarezas, gustos crueles que se le perdonaban, por ser un niño, por haber crecido sin madre, por ser el más delicado y enfermizo, por ser diferente. Gastaba bromas atroces a Andrés y a David, sus juegos eran impropios y disfrutaba haciendo maldades.
Santiago, estuvo durante varios años ausente tras la muerte prematura de su mujer, y dejó mucho en manos de su madre el cuidados de los pequeños, pero eso no era razón para el sadismo de Germán, eso no justificaba sus extrañas inclinaciones.
Ante la ausencia de figura femenina en la casa, a excepción de la poco autoritaria abuela, Germánico, como le gustaba que lo llamaran, comenzó a asumir roles de esposa, buscando una insana proximidad con su padre, que generó más de un acallado conflicto, por lo poliédrico que era el asunto, minimizado al principio, pero que cuando Germán, comenzó a ser un adolescente, se desataron todas las alarmas, pues él, Santiago, padeció y cedió, en una trágica y estigmatizante ocasión, a los requerimientos sexuales del perverso Germán.

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