martes, 4 de febrero de 2020

El caballito de cartón


Apareció cuando había decidido vender la casa, llevaba tantos años allí, como años tenía María, habría llegado de la anterior vivienda, estaba en el desván desde antes de que ella naciera.
El caballito de cartón de su abuela, había sobrevivido a tres mudanzas, era el caballito de la foto que su madre tenía, en un portaretrato de plata, en el trinchero del salón. La foto ya no estaba en la casa,
le tocó a su hermana cuando repartieron las cosas de su madre.
Desde que su madre murió, allí no había vuelto a vivir nadie, era evidente el abandono, desde la calle se notaba que estaba cerrada, el jardincito de la entrada estaba lleno de maleza y los barrotes de la verja hacia muchos años que no se pintaban. El interior estaba todo revuelto, quedó así después de que se repartieron los muebles, las porcelanas de Lucía, sus pocas joyas.
En los desvanes de la casa, había recuerdos de muchas épocas, almacenados con mucho descuido; cajas cerradas con papeles, cartas, apuntes de cuando ellas estudiaban, juguetes, ropa, libros y muebles desvencijados, y entre todo esto, estaba el caballito de su abuela.
María, lo sacó del rincón donde había permanecido tantos años abandonado y lo bajó al salón y lo colocó en el centro, para poder verlo bien y quitarle el polvo. Era sorprendente que se encontrara tan bien, sus brillantes ojos marrones de cristal, la seguían en sus deambulaciones, la escrutaban, la analizaban, después de que les hubieran retirado la suciedad que los velaba.

1 comentario: