Casi cuaja la blancura
en mis curtidas palmas.
Queriendo apresar
la delicadeza de los cristales
que caen del cielo,
he tropezado.
Cuando uno mira
muy alto y se embelesa
con lo níveo,
pierde el paso.
Casi nieva en mi patio,
en esa minúscula parcela
de mundo que me pertenece,
que creo que es mía.
Casi siento
el gélido dulzor
de las estrellas heladas
que esta borrasca
de nombre bellísimo
nos regala.
Filomena,
la muy amada,
nos trajo la escarcha,
nos trajo la blancura
que desdibuja
la maldad del valle.