jueves, 30 de abril de 2020

Israel


Israel, de frío mármol,
sentir bajo mis plantas.
la tierra prometida yo quisiera.
Porque la fatiga de vivir es grande,
como grande es la pelea,
contra el mundo que asolan los mediocres.
Cansado estoy de líneas,
para retratar intrascendencias.
Como la mar busca la arena,
así mi alma busca el reposo,
del hombro del igual en tormentos y en maneras.

Palabra desterrada


No soporto el peso, de la plumbea nada.
La mano ausente que me provoca tanta infelicidad.
No soporto el azul, de tu perfidia.
La mano amiga y ausente que me produce inseguridad.
No soporto las horas de encierro, con la algarabía del intrascendente.
Ahogo el llanto, con las palabras iracundas, que desfilan marciales a la estéril guerra.
Necesidad, palabra desterrada, porque ya no sé amar.
En mis manos ya no habita la piedad.

Aire entre líneas


Es el aire,
el que más conmueve,
porque en las pausas,
es donde se desahoga el alma
y aspira la inefable condición,
de las líneas mortales.
No hay víctimas,
en los derroteros de las partidas,
porque el gusto es compartido,
como compartida,
es la transparente sangre.
Inhumano,
como la tierra calcinada.
Humano,
como el plomo de tu mirada.
Yerma es mi casa,
Ametrallada mi alma.
Sólo,
leo entre línea.
Sólo,
saboreo ausencias.



Este caleidoscopio tuyo, que ya también es mío


Que maravilloso es tener un harén tan diligente, de esclavas tan bellas y solicitas, de putas tan elegantes y complacientes, que alivian todas mis fobias y mis filias.
Porque las palabras con su solvencia y su marcialidad, no sólo dan placer, sino que evitan y alivian el dolor. Ya sea con la lengua o con la pluma, me liberan de la cárcel de estos días, y de la cárcel de los modales convenientes, pues con sus dobles filos y vertientes, me permiten bordear lo más vil y lo más sublime, el acantilado del vértigo de lo proscrito y amoral.
Mis palabras, tus palabras, son ángeles malcriados, que sirven al cielo y al infierno, a dos señores antagónicos y rivales, a los que elevan y hunden a su antojo.
Palabras que desnudan y descarnan, y que seguirán vibrando en el aire, cuando nuestro cuerpo y mortaja, sean pastos de las alimañas en el oscuro pudridero.
Gusto de profanar palabras, en este mundo de precintos y etiquetas, de batallar con los gemidos, los hipocorísticos y las blasfemias.
Palabras, sin sexo como los ángeles, que vuelan y caen como tóxicas mariposas de colores, en ese caleidoscopio tuyo, que ya también es mío.

miércoles, 29 de abril de 2020

Santos marginales


No es altura, la que busco para tocar el cielo.
El cielo, con demasiada frecuencia, no está tan elevado.
Hay cielos tan marginales, que son divinos, de rasantes.
No es elevada la fresa, pues es rastrera, pero jugosa.
Almíbar de mil flores, que no crecen en las alturas.
No busco alambicadas proezas, ni circense galantería.
Sólo persigo el gorjeo del ave sencilla, sin rico plumaje.
Porque me distrae en esceso, la barroca melodía del intrascendente.
Su almizclado ser de impostura.
No gusto de la tonificada tensión, sino de la nata tersura.
Detesto da forzada galanura, y el aire forzado de la mueca estudiada.
Que poca claridad tiene, quien fácilmente promete.
Que poco predicamento, quien no discrimina.
De poca parroquia me gusta el convite.
Sólo rezo a los Santos marginales, a los que devora el polvo.
Pido a quien se que me va a dar, porque su abandono es mi suerte.
Y su falta de clientes, mi feliz destino.

El rayo fulmina


El sueño y el amor son similares.
Ambos se empapan de fantasía.
El amor idealiza,
y el sueño persigue ideales.
Falaz es la prosaica tierra,
que habitan los mortales.
Y carcelera la desidia del humano,
que no corre tras la centella,
que ilumina instantes inolvidables.
Sin ti ¿Qué sería mi partida?
Yo dueño de todas las torres,
sería solitario Rey.
Te necesito para mi victoria.
Pues no hay éxito sin rivales.
No busco a cualquiera.
Sólo me derrocho y busco,
fieras iguales, en mañas y maneras.
El amor no es corriente.
El amor fulmina.
Calcina el comedimiento,
y al corcel que está engrilletado,
lo libera y desembrida.



Mi tormenta


La indecisión.
Es el aprisco del infierno.
Es la alta tapia, que nos encarcela.
¿De qué sirve el brío?
Si tu comedimiento, lo amansa.
No temo al mundo.
Temo tu pereza.
Ese querer ser y encajar.
Ese imposible nuestro.
Porque la luz, no encaja.
La luz, sólo desborda.
Y en brutal e iracunda riada, inunda, baña.
Israel, solar maldito.
De altas e inaccesibles tapias.
Mi tormenta, no tiene nombre.
Pero bien podría llamarse, Israel.

lunes, 27 de abril de 2020

Lvis


Descuidadamente elegante.
Descuidadamente sublime.
Descuidadamente distante.
Torturadóramente inaccesible.
En la torre había un nido.
En el nido un pájaro.
Y en mis sueños pueriles.
Habita el anhelo.
De echarte el lazo.

Luis

Puro e incorrupto decoro.
De labios que silban y brillan.
De ojos que miran y acribillan.
Decoro es la rima, que surca tu abismo.
Sitiada ciudadela, que no rinde mi instinto.
Tus colores son pájaros, que vuelan en círculos.
No sabe la razón, embridar mi furia.
Y mi furia, que sabe, a ti te busca.
En abril, había una feria.
En la primavera, había mil flores.
En tu cascabelera sonrisa, mis mil temores.

Certezas



"Las caricias son certezas, las frases promesas."
Irsia Carolain Sprimbol

Torre de palomares


Me gusta como empalagas todos mis instantes.
Como el almíbar de tu silencio confunde mis horas.
Salmos de desconfianzas, regados por la Parca.
Todos somos mayores y estamos perdidos,
en la soledad de esta maldita vejez.
No me rinde la vida, me rinden las decepciones.
Barro reseco, sobre el que no se puede reescribir.
Te conozco sin conocerte, y en el desconocerte te reconozco.
Torre de palomas sin mensajes.
Torre, donde en los palomare fenecen los sueños, sin haber nacido.
Nadie llama a mi puerta, cerrada porque no quiero que llegue la Parca.

sábado, 25 de abril de 2020

Mil vidas



Ser mil vidas y sin dejar de ser ninguna.
Eso es escribir, vivir mil vidas.
Padecer las contradicciones de sólo poder vivir una.
Hasta lo más sencillo, es harto complicado.

miércoles, 22 de abril de 2020

Al final del pasillo


Al final del pasillo, le dijo, y colgó.
Cuando la necesidad aprieta, uno busca cauces para aliviar la tragedia. Días iguales, entre las cuatro paredes de su alcoba. Días, solo, delante del ordenador, consultando el móvil. El ambiente en la casa era irrespirable, demasiada tensión, mucha necesidad, mucho brío embalsado. Tras aquellas redes, un torso sin rostro le invitaba a pecar, a romper el confinamiento. La cámara enfocó su entrepierna y tras los mugidos y los monosílabos, le pasó el teléfono y llamó. Avenida Cabrera Infante, nº 32, tercer piso, puerta A, al final del pasillo.

Neur etser fiser dester


"Neur etser fiser dester"

"Si la sangre fuera transparente, sería menos malo matar"

sábado, 18 de abril de 2020

Candelita


Candelaria Biarnés, era el exponente de como la decepción genera prodigios. Era efervescencia, gas, burbujas de afrutado espumoso. Tersa, suave, apetecible, fruto exótico y prohibido que lo convertía en más codiciado y suculento.
Una mañana de abril, apareció en la calle, el destino la varó frente a la casa de Herminio Ponde de León y Colindres, que al verla llorar acurrucada en la puerta de su palacete, la invitó a entrar y a desahogarse.
La rareza estigmatiza, y fuerza a los ignorantes progenitores a repudiarla, no sin antes someterla a vejaciones y a alguna que otra golpiza, para domar la talla perfecta de aquel que ha nacido delicado y para brillar.
Candelita, tras vagar por las calles del centro, del Barrio Gótico, se acurruco en aquel portalón que la guarecía de frío de la noche y de las miradas indiscretas.
De la Plaza Marquesa de Fusquí, salía una calle estrecha, lo justo para dejar pasar un carruaje, y en esa calle sin puertas y de tapias altas, al final y sin salida, estaban las dos puertas de palacete de los Ponce de León y Niebla.
Candelita, era un muchacho precioso, dulce. Era gracia sin domar. Estaba helado, lo arropó  con una manta en el chester de cuero negro, frente a la encendida chimenea, no dejaba de tiritar. Llamó al servicio para que le trajeran un vaso de leche caliente con miel y un chorreón de coñac. Cuando el joven, tomaba la leche, Herminio, le empezó a interrogar:
- ¿Cómo te llamas?
A lo que respondió cabizbajo:
- Me llaman Candelaria, o Candelita. Pero mi nombre es Luis Biarnés.
A lo que Herminio añadió:
- Pero realmente ¿Cómo quieres que te llamen?
Ahora sí levantó la cabeza el chaval y dijo.
- Me gusta que me llamen, Candelita, es como me llama mi madre, y como se llamaba mi abuela.
A lo que añadió El Ponce:
- Pues no hay nada más que hablar, Candelita, así te llamaré.
- Dime, Candelita ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué estás en la calle? Con este frío.
Candelaria, se enderezo, y levantando la cabeza, con grácil altanería, dijo:
- Mire usted.
Hizo una pausa, tomó aire, dilanto sus aletas nasales, y continuó.
- Primero, darle las gracias por la leche y por entrarme en su casa.
- Segundo, ya me ve como soy, y esto, esta desgracia, mi padre que es muy bruto, no la lleva nada bien. Y me ha puesto en calle y como no tenía donde ir, vagué por las calles del barrio, hasta que encontré esta calle tranquila, donde apenas corre el viento y me acurruque en su portal, esperando la mañana, a ver si el nuevo día me traía mejor suerte.
Herminio, le contestó sonriendo.
- Pues Candelita, no has podido tener mejor suerte, te puedes quedar aquí el tiempo que quieras.
Y no mentía al decírselo, el Ponce de León, porque la loquita de la Biarnés, había ido a parar a casa de la muy noble loca de Herminio.
La vida no es fácil para las rosas, para una llamativa Carolina, para un torbellino de aspavientos y gráciles ademanes. La vida, para los tildados por la gracia de la afectación, es un duro camino de espinas.