viernes, 5 de julio de 2019

Hirsuto


El deficitario ingenio nos hace dañinos.
Nos aboca a habitar la siniestra ladera del plagio.
El asolanado secarral del remedo.
Pateticos cómicos, que asumen frases que salen de sus bocas engoladas, con tonalidades petulantes.
Infierno, que fuerza a ser oblongo espejo, a adornar de aspavientos, la frase oída al ingenio.
Zorras sobre coturnos, pelos cardados, hirsutos moños para ganar la altura del talento que nos negó natura.

jueves, 4 de julio de 2019

Eugenia Corrales


El poder con demasiada frecuencia, nace de un brillo especial en el pozo oscuro de nuestras pupilas, en esos pozos voraces que te engullen y subyugan. Meña era así, voracidad, subyugante descaro, fiereza y frontalidad. Eloy fue apresado por esa felina mirada, nada más toparse con ella en el Puente de Pingos, fue cruzarse y colisionar, y la colisión lo trastocó todo, encendió la mecha de la sumisión, de una sumisión gloriosa e intranquilizadora. El mundo lo llama amor, el mundo edulcora esta tragedia que amarra y fuerza a desamarrarse, fuerza a atarse a un nuevo puerto, al puerto de la amada, dueña, señora y hacedora de futuro común, de estrategias sociales, de anhelos y ansias.
Meña, trastocó el porvenir trazado para Eloy, desbarató los sueños de Delfina y en el solar de la suegra, edificó Meña el suyo. Las faldas de Eugenia Corrales, engulleron en su torbellino al obediente pavisoso y lo hicieron suyo, aun sin la aprobación materna, porque una hembra sabe que el amor carnal arranca al hijo del regazo materno, roba el tesoro que cuidó la madre con gran abnegación, y lo roba con la soberbia que da la victoria. Y así, el paseo al altar y la entrega del hijo a la nuera es la puesta en escena de una rendición, es un desfile de derrota, es una coreografía que entrega el cetro y el orbe, que entrega y rompe el vinculo, rompe la conexión fervorosa de la madre y el hijo. Meña disfruto ese día con la altivez de una leona joven, con el fuego infernal que incendiaba de entrega a Eloy, barro, bello barro en las manos de Eugenia Corrales.

miércoles, 3 de julio de 2019

La noche


El hombre en la noche.
Teme su negrura.
Teme su largura.
Teme el acero cortante de los sueños frustrados.
La noche cerca al hombre en el aprisco de las sombras.
En el redil de las dudas.
En el laberinto de los caminos sin salida.
En las puertas que nunca se abrirán, porque decidimos un día de cegador sol, que no íbamos a pasar por ellas.
La noche con su telón de estrellas, promete horizontes imposibles, promete lechos que son un témpano.
La noche no es del hombre.
Hojarasca de sueños vencidos.
Imposible olvido.

Tiene las manos vacías el que rebosa tersura


Que blando enemigo, es la lustrosa azucena.
Que poco bragada, está la hermosura.
Guarnecido por la artillería de los años, ya no espero asedios.
Es grosera la insolencia, del que siendo cautivo en torre de oro, se sabe que no es blanco de nada.
Mariposas que no vuelan a tan alta altura, que tienen bellísimas y fugaces flores, en la primavera del llano.
Corto horas con el cuchillo en la mano, oteo cuchicheos desde la inexpugnable atalaya, desde el lóbrego fortín de las nieves.
Que blando enemigo, es quien me rinde en los sueños, que cuitas se trae quien tan caro me vende la efímera ternura.
Que preso estoy, siendo tan libre, que poca felicidad me trae, no tener ataduras.
Batallas de noche y dia, en la soledad de los terciopelos, sin la torpe hermosura.
Tiene las manos vacías, el que rebosa tersura.
Soldados de plomo y de frágil calamina.



martes, 2 de julio de 2019

SOY OMO TAR


Cielo abierto cuajado de estelas.
Trayectorias pérdidas, viajes imposibles.
Evanescente presencia que fuerza mil ausencias.
Vientos sin sal.
Vivir hiere, empalaga, pudre.
Sator, arepo, tenet, opera, rotas.
SOY
OMO
TAR

lunes, 1 de julio de 2019

Traumas


En la herrumbre de las frases del ansia habita la insuficiencia.
En la corona de espinas que te ofrenda la mano de la envidia.
Sala angosta que posibilita movimientos parcos.
Sala donde sueña el que nada puede perder porque nada tiene.
Sala donde me mide Procusto.
Lecho de infierno, lecho que me ofrenda la infernal mediocridad.
Rodar a empellones de la cúspide, te llena de traumatismos.
Así son las manos miserables del que siente traumas.

domingo, 30 de junio de 2019

Moreno de la Cal


Aquella tarde todo era diversión. Doña Teresa, estaba preparando la merienda mientras hacían las niñas el indio en el teatro. Era una suerte que Maruja tuviera una casa tan grande, una casa con su teatro. Los Moreno de la Cal eran así, descuidados y ricos, muy ricos y muy descuidados.
Nadie en el pueblo era ajeno a las deambulaciones de los habitantes del Palacio del Deán. Ellos se relacionaban entre ellos, se relacionaban con los de los apellidos compuestos, con los de siempre, nunca con los que acababan de llegar y aún no eran nadie.
María Luisa, era una amiga natural de Maruja, las dos tenían apellidos compuestos, ella era de los Álvarez de Linares, otros ricos de siempre, ricos de muy menguada fortuna, ricos y descuidados como los de la Cal. Luisita, vivía enfrente, en una casona principal, en la Casa de Sevilla, que era como la llamaban en el pueblo, porque en ella vivió hacia mucho, mucho tiempo Serviliano de Linares. Sevilla era una corrupción de Servilia, de la Casa Servilia, de la casa de Serviliano. Se contaba que él, era quien la construyó, y que la llamo Sevilla, porque recreo en ella un salón de los Reales Alcázares. Todo cuento y corrupción sin fundamento, pero que al fin y al cabo, engrosaba la leyenda y el linaje de los Linares. La verdad era mucho más prosaica, pero lo prosaico no vende, ni corre las calles.

sábado, 29 de junio de 2019

Me perderé en las frases nuevas


Me perderé en las frases nuevas, en el cegador brillo de lo excesivamente brillante.
Soy lo que padece, soy un padecer que no obedece a razón.
Liquido star, de dramática primera fila, fila de carne de cañón.
Haciendo que parezca sencillo, lo alambicado, que parezca recto, el trayecto de los meandros.
No me temas, no soy temible, no soy nada, sólo soy hastío, que ha entrado en bucle.
Me desangro en el pudridero, que es este infecto lugar, me desangro y envidian los escombros, como me desangro.

martes, 25 de junio de 2019

Eloy de la Huerta


Eloy de la Huerta, siempre estuvo tras las faldas de su madre y al amparo de la Santa Madre Iglesia.
Desde muy pequeño fue monaguillo y pupilo de Don Honesto. Entró, como era natural, en el Seminario, siguiendo los pasos de su primo, que ya había sido ordenado y era en ese momento coadjutor en la Iglesia de San Juan Bautista de Tabarca la Real. En el Seminario Menor de Azaba permaneció interno hasta justo un año antes de la ordenación. Fue una sorpresa para todos y sobre todo para Delfina, su madre, que veía truncados sus planes de ser la madre de un canónigo de la Catedral de Santo Domingo de Guzmán, de ser como su parienta, como su cuñada Mercedes, que ya tenía a su hijo Braulio como Deán de la Catedral. Abandonó el Seminario sin razón aparente en un primer momento y desoyendo los consejos de su primo que le vendía el mejor de los porvenires posibles tras su ordenación. Y así pasó de unas faldas a otras, paso de las faldas de su madre a ir tras las faldas de Meña, tras las faldas de Eugenia Corrales.

domingo, 23 de junio de 2019

Meñita


Por qué a Doña Meña, la llamaban Meña y no Ignacia o el hipocorístico que casa con ese nombre, osea Nacha. La razón tenía su lógica, y estaba en su abuela paterna, Eugenia Corrales, que llamaba así a la niñita porque Clotilde, su nuera, no le quiso poner su nombre a la nieta, no se lo quiso poner en la pila bautismal, pero la suegra lo impuso en la calle. Y así creció Meñita, la nieta de la Meña, con ese apelativo cariñoso que ella sin problemas abrazó, con ese nombre que era una de las tantas batallas que su madre creía ganar, pero que había ganado la dominante abuela Meña.
Así son las victorias y las derrotas, monedas con dos caras, creemos ganar y hemos perdido, victorias que se cobran sus bajas, derrotas que nos abren las puertas de nuevas victorias.
Eugenia Corrales, solía salirse con la suya, sabía vencer haciendo creer que era la vencida. Ella sabía que ser mujer es ser convincente, es hacer que los otros asuman como propios tus anhelos, es saber mover los peones que te brinda la vida, peones que no saben que son tus peones, peones que creen ser reyes. El amor es la cadena más delicada y fuerte, el amor genera leales. Doña Meña, aprendió de la gran abuela Meña, a manipular generando vínculos y fieles.

Doña Meña


Josefita la del café, notaba que algo le había ofendido, el gesto de Don Javier explicitaba el desagrado. Josefita era de natural alcahueta, irreflexiva en sus aseveraciones, y la verdad sea dicha no era el momento por mucha confianza que La del café, tuviera para echar en cara al Señor Vela, lo desatendida que había tenido a su madre. María Ignacia de la Huerta, la madre de Don Javier, agonizaba en sus brazos y no era ni hora, ni lugar para azuzar asentadas diferencias, que habían forzado al hijo a estar tan ausente de los últimos años de la vida de su madre. El caso es que estaba allí, complaciendo la llamada postrimera de su madre, y cerrando una herida que había hecho tanto daño a las dos partes.
Doña Meña, que era como la llamaban en el lugar, había sido una sargenta metomentodo, una urdidora de casamientos, pero con Javier dio con la horma de su zapato, no sólo no le hizo caso, sino que se ennovio y casó con la hija del Piconero, con Pascualita Mendo, arruinandole el entente de alianzas sociales que ella había trazado para sus cuatro vástagos. Don Javier, no sólo se habia desclasado, la había desobedecido y humillado en público, con aquella boda desigual en la Iglesia de San Nicolás de Tolentino. La cosa no era tan grave, sino fuera porque frustraba la programada alianza de Javier, con los Jaramillo-Quesada, los arruinados Marqueses de Villarín, que aparte de nombre tenían un palacete en la Alameda del Humedal, en el que se veía Doña Meña, pasando sus últimos días, oteando desde los acristalados miradores, el paso de tortola hacia la catedral.
Javier Enrique, era el preferido de María Ignacia, era el pequeño y el predilecto. Había sido el más consentido y delicado, el más afín, hasta que conoció a La Piconera.
No es que Doña Meña, no fuera de familia importante, pero no era tan importante como ella decía. Cierto es que tenía modales y clase y que era sobrina de un Obispo, y que cuando llego a El Palmar, como maestra, era la sensación de la ciudad, por su porte y estilo, y claro está porque daba clases en el elitista colegio de las Salesas, donde iban todas las niñas de bien de la comarca y de la ciudad.
Pronto María Ignacia, empezo a ser cortejada, y ella eligió con mucho tino, sin meter por medio la veleidad del amor. Se centró en el galante Conrado Vela, hijo de un notario y de Chelito Martel, la hija de los dueños de Galerías Oriente. Se centró en él, a pesar de ser un pavisoso, porque era hijo único, y cuando se es hijo único con nadie el legado lo tienes que repartir.
Conrado tenía buena planta y por supuesto, iba a ser notario como su padre, y por más por supuesto aún, heredaría su notaría en la Calle Cortes nº 13. Vamos que Conrado, no era el mejor partido, pero era un buen partido o al menos era el que estaba a su alcance.
A ese noviazgo no pusieron ninguna pega ni Don Conrado padre, ni Doña Chelito Martel, vieron en ella a una mujer sensata, que velaría por los intereses de Conradito, y que tenía esa necesaria dosis de ambición, muy estimada y necesaria en los emparentamientos de la clase media.
Los Vela-Martel, casaron al único, en la Catedral. La ceremonia la concelebraron el Obispo de El Palmar y el Excelentísimo Señor tío de María Ignacia, el Obispo de Azaba, Don Braulio Moreno de la Huerta. Empezaron con buen pie, saliendo en los ecos de sociedad de La Voz de El Palmar, el periódico de la urbe y comarca, el periodo que se leía en el Casino, lugar de encuentro y negocio de los que eran algo en la región.
Toda la vida la pasó Meña, proyectando futuro familiar, y el último peón, en el que había cifrado más expectativas, se lo vino a desbaratar.
Diez años que no venía a verla Javier, diez años desde el fiasco, diez años ausente en la vida de la urbe, en la vida artificial, en el Casino, en las fiestas de San juan, en los entierros de los importantes, en los paseos por la Alameda del Humedal, donde ves y eres visto, donde eres distante con quien tienes que serlo y te acercas a quien tienes que acercarte. Diez años sin Javier en los corros a la salida de la misa del domingo en la Catedral, en las tertulias, en los veladores de mármol rojo, de la terraza de El Imperial. Diez años en los que ella había corrido un tupido velo sobre el hijo díscolo, donde había tenido que ver como Inesita Jaramillo y Quesada, IX Marquesa de Villarín se casaba con el hijo de Marcela Domínguez, la mujer del dueño los Almacenes Crespo, enemigos naturales de los Vela-Martel , de los Vela de la Huerta. Diez años desde que Javier, frustró sus planes de ser Marquesa madre consorte, y asolanarse a la vista de todos, en el palacete de la Alameda del Humedal.


miércoles, 19 de junio de 2019

Sin admiración, sin respeto


Nos divide el pesar, la pena, la frustración, el desánimo.
Somos la tragedia de nuestros segundos, las pequeñas batallas que perdemos.
En las peores manos, en las manos del infierno.
El dolor habita en la planicie, en los días sin horizonte, en el norte sin futuro, en la decepción.
Con los miembros amputados por la envidia, con la voz silenciada por el zafio.
Querer no es precipitar al proximo al vacío.
No es un negocio amar, en el amor no hay negocios.

sábado, 15 de junio de 2019

Lo que no guarece

"La fortuna ayuda a los fuertes. Sólo los débiles hacen apología de su debilidad. Lo que no guarece nos hace vulnerables." 
Irsia Carolain Sprimbol.

sábado, 8 de junio de 2019

Felicidad y pesar


Siempre me acompaña mi sombra, ese remedo constante.
Me almibara la luz la cara amable.
Me acecha por el otro lado la siniestra y detestable.
Polos unidos, polos constantes.
Cara oculta que me multiplica en bordes.
Cara oscura que me persigue incansable.

A mis enemigos


Que de agradecer es la ayuda de mis enemigos, crezco con sus zancadillas, me encumbro venciendo sus improperios. Su odio es el motor de mi éxito, su envidia es la cromática de mi júbilo. Soy lo que ellos denostan, soy lo que ellos critican, soy la furia que ellos con pólvora mojada, creen que mitigan.
Mil besos a vuestras torpezas, mil besos a vuestra zafia inquina. Gracias por hacerme crecer, por mostrarme tan crecido.