Un gorrión ha muerto tras ser apedreado por el cielo.
Yacía mojado en el frió enlosado de granito.
Designios de la terribilidad de Dios.
Nos sentimos patricios, pero solo somos soldaditos de delicada hojalata.
En un segundo Dios corrige designios.
En un segundo el hombre arruina belleza.
En un segundo las palabras de incendio incendian la calle.
Es riada incontrolable que una vez precipitada no hay quien ya la pare.
Si el gorrión hubiera sabido leer las nubes, si hubiera sabido prever y guarecerse.
El conocer lo es todo y sin embargo olvidamos que sin conocimiento o abandonados a lo desconocido no somos nada.
Ingenuos gorriones que confían en la promesa de que también hará sol mañana.
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