lunes, 8 de julio de 2019

Petra Marquina


En los burdeles de Puerta de Palma, está claro que no todo era marinería, allí también acudían peones, labriegos remudaos, los mineritos del Poblado, riquillos de los pueblos de alrededor y claro está los señoritos de Azabal. Una buena mezcolanza, que muchas veces era explosiva.
Azabal era un pueblo de concurrencia por su pequeño puerto, por el apeadero del tren y por ser cabeza de partido de la Sierra de la Culebra. A todo lo expuesto se debía el bullicio del pueblo grande, del pueblo pacato, capital de la cerrada Sierra.
En los pueblos todas las trayectorias se cruzan y de tanto cruzarse, se enmarañan.
Catorce años tenía Petra Marquina cuando se quedó preñada de la Mari, preñada por su padre, que abusaba de ella desde que ella podía recordar. La casaron de urgencia con su primo Modesto Echeverría, una tarde de fuego y aire muy seco, eran las tres de la tarde en la Ermita de Cruces, los casó el padre Ángel. Todos miraban para otro lado, nadie se atrevía articular estos dramas. Fue una liberación para Petra, casar con el simple de su primo. Salió de casa y dejó de soportar el aliento de aguardiente de los jadeos de su padre, sus manos ásperas, su peso muerto, sus ronquidos tras dormirse abrazándola.


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