Entraré en el lupanar con lujoso atavió.
Coronado con el laurel del olvido.
Resistiendo el viento de las calumnias.
No me tizna el entorno.
No me tilda mi aura.
Con nada me arredro.
A nada me ciño.
Serviré sin olvidar al señor que me sirve.
Campea en mi pecho el rubí del estigma.
Quema mi frente la pedrada del necio.
Entre estípites está la demacrada pureza.
Famélica de tanto descuido.
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