lunes, 4 de septiembre de 2017
Sansirolé
Suele herir el eterno mármol, al necio, al sansirolé.
Al que no soporta la proeza, que jamás brotará de sus manos.
Al alcahuete perdigón, que festivo se arremolina, vestido de alfeñique, en el atrio.
Tiempos de tizones y de brasas que ahuman las estancias lóbregas, que encuentran calor en el humo tóxico del chisme.
Abrazados a Santos de lodo, a la serpentinata y estranguladora hiedra.
Somos lo que pedimos, somos el Santo, al que la satisfacción de nuestros vicios encomendamos.
Aquelarres de creidos, que en torno al macho cabrío de Barrabás, ofician misas negras.
Todo se puede aventar, pero jamás se pierde el tufo a miseria del encopetado jergón.
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Bello y tremendo.
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