miércoles, 12 de febrero de 2020

Con su traje nuevo


El sueño eterno, con demasiada frecuencia, es muy injusto. Discretamente se durmió, en un recodo de un camino, fatigado de buscar, de mendigar su sitio.
Su padre era notario, un descalabrado rico de pueblo, desoficiado y haragán, un borracho. Él también cursó estudios, y como no encontraba acomodo, salió a los caminos a buscar lugar.
Los ricos de pueblo, son pobres de ciudad, y eso era él, un loco, que probó fortuna dando clases en los cortijos, a los hijos del señorito y a los de los aparceros, clases para comer, para mal vivir y beber, porque para mitigar la incomprensión, uno al final siempre bebe, uno se termina juntando en las tabernas con los iguales, para con el calor de la charla ahuyentar el frío de la soledad.
Leoncio Massú, recorrió muchos pueblo y fincas, hasta hacer enorme el agujero de su alma, hasta terminar alcoholizado y lleno de piojos, durmiendo en los caminos. En Cáceres lo encontraron la última vez y lo llevaron al manicomio, lo lavaron y adecentaron, y su madre mandó dinero para que le compraran un traje. Tres días estuvo allí antes de escapar, antes de su última escapada, para dormirse en una de las curvas de los meandros del Tajo. Había decidido volver, ser como el hijo pródigo, que vuelve a la casa del padre, pero no llegó, vestido de domingo, con su traje nuevo, le pilló el sueño eterno, y se lo llevó, con apenas treinta años.

martes, 11 de febrero de 2020

Un jabalí desenterró su cadáver


El camino de la felicidad, no es el camino del éxito. Perseguir el éxito, entraña muchos tormentos, perseguir ser feliz, no. Pero siempre hay que guardarse del envidioso, que sentirá celos hasta de tu adversidad, porque cuando se nace con el tallo alto, siempre se será una amapola, que muchos desearán cortar.
Benito, salió a dar un paseo y nunca volvió. El derecho a la vida es inviolable; pero alguien, por envidia, ese derecho no lo respetó.
Cinco años estuvieron buscándolo, cinco años sin frutos. Con perros, con mil vecinos, que no dieron con su paradero. Hasta que tras cinco baldíos años, un jabalí desenterró su cadáver, sus huesos; que dejaron claro que él, no se marchó, que fue un tiro en la frente, descerrajado a corta distancia, el que segó su vida y acabó con su sobre exposición.
Padecer la tara del talento, del talento criticado; de la valía, que aflora sin esfuerzo y hace brillar a quien la posee, le hacía ser un gigante, que padecía la envidia atroz del enano. Tara que le convertía, en un solitario osado que despuntaba, en diana sobre la que lanzar mil dardos.
Benito, vivía en la calle, nada tenía, nada poseía, sólo era un pobre brillante, un denostado por ser sobresaliente, un marginal, marginado por poseer talento.
Lo enterraron en un zarzal, en la maleza, humillaron su cuerpo con mil golpes, y lo remataron con plomo para anular su portentosa mente. Nunca se supo quien fue, seguro que fueron varios, porque la envidia es coral, es oleaje de zafios.

Un segundo de debilidad


La debilidad a veces es sólo un atroz segundo, que nos torturara toda una eternidad.
Hay hechos que son difíciles de entender, incluso para uno mismo, que es el actor de esos hechos.
Los caminos del la obsesión son inescrutables, y Germán, sentía, pero no entendía la razón de sus sentimientos, la insana obsesión que tenía con su padre, con su profesor de gimnasia, con el cura, Don Samuel.
Hay nortes, que uno sabe, que le van a hacer encallar, que le van a dejar varado de por vida, en los acantilados de la perdición. Escollos que proporcionan un insano e innato placer, sobre el que evitamos reflexionar.
Germán, había destrozado su familia, deseando y dando un paso más allá en la consecución de esa perversa meta. Sólo tenía dieciocho años y vivía en Delorent, a cien kilómetros de su casa, por estudios, esa era la excusa o razón esgrimida en la calle, pero su padre, bien sabía que no podía estar allí, con sus hermanos, con él.
Natalia, murió cuando ellos eran pequeños, tres años tenía Andrés, y sólo cinco Germán.
Desde muy pequeño despuntó en rarezas, gustos crueles que se le perdonaban, por ser un niño, por haber crecido sin madre, por ser el más delicado y enfermizo, por ser diferente. Gastaba bromas atroces a Andrés y a David, sus juegos eran impropios y disfrutaba haciendo maldades.
Santiago, estuvo durante varios años ausente tras la muerte prematura de su mujer, y dejó mucho en manos de su madre el cuidados de los pequeños, pero eso no era razón para el sadismo de Germán, eso no justificaba sus extrañas inclinaciones.
Ante la ausencia de figura femenina en la casa, a excepción de la poco autoritaria abuela, Germánico, como le gustaba que lo llamaran, comenzó a asumir roles de esposa, buscando una insana proximidad con su padre, que generó más de un acallado conflicto, por lo poliédrico que era el asunto, minimizado al principio, pero que cuando Germán, comenzó a ser un adolescente, se desataron todas las alarmas, pues él, Santiago, padeció y cedió, en una trágica y estigmatizante ocasión, a los requerimientos sexuales del perverso Germán.

lunes, 10 de febrero de 2020

El enorme vestíbulo


Aida, sentía un enorme rechazo hacia su cuerpo, se estaba hormonando buscando una belleza que natura le había negado como hombre, inconsciente de que como mujer también sería un ser muy feo.
La juventud, es muy insensata y cifra el éxito en transitar por absurdos derroteros, de los que es imposible volver.
Aquella tarde. Aída, estaba en la estación de autobuses con Miguel, un compañero de fatigas y de vicios, aunque el joven no necesitaba buscar belleza, porque la tenía y la podía derrochar. Derrochar en transacciones desiguales, en intercambios extraños para un muchacho de su edad. Es complicado entender estos amores fugaces, estos relámpagos de urgente pasión, si no dominas las claves de este submundo, que acontece mientras unos van y vienen, mientras los viajeros atraviesan el enorme vestíbulo arrastrando sus maletas. Sólo se es consciente, del mercadeo de la carne de estas catedrales, si sientes como ellos la misma desatada pulsión.

Florence


La dicha, a veces nunca llega y penamos, en este malvado mundo, sin jamás lograrla. El dolor, habita en cada segundo del que persigue sin alcanzar la felicidad negada, la belleza negada, la pasión prohibida. Segundos e interminables planos, que nos impiden ser protagonistas y nos fuerzan a ser espectadores de lo que acontece frente a nuestra tribuna, parcela raquítica de negada gloria, palco perdido en el que desfallecemos sin actuar.
Florence, se sentía morir cada nuevo día, cada sol, cada luna, morir en la angustia de ser una flor marchita antes de florecer, torre jamás asediada, doncella jamás disputada, virgen sin mérito, pues nadie quiso jamás desflorar aquel bastión.
La muerte llega y nos prende con la sorpresa que hemos amasado, tesoros vividos en el arrumbado jergón. Vivir, entraña colmar vicios y quien no colmata sus día con el pecado, no vive, porque vivir es pecar, es ceder, sucumbir a los más básicos instintos, a la pasión de la tersura, a la turgencia del pecho inflamado que jadea con la tormenta de los besos, bocados febriles de brío y pasión.
Florence, jamás floreció y murió lívida, en los brazos de una calma que nunca, ella, eligió. Presa del olor a jabón y afeites. que jamás la redimieron del sino de la carencia de atractivo. Torre que nada dominaba, que nadie se disputó, que nadie nunca quiso rendir.
En el fornicio no hay caridad, nadie regala placer.

Agustina Vibiana Montgomery Brusi


La bautizó, el Obispo de Monterrey-Los Ángeles, en la Catedral de Santa Vibiana. Monseñor John Joseph Cantwell, cristianizó a la niñita, delante la efigie de cera de la Santa romana del siglo III; Santa, martirizada el 31 de agosto, justo tres días más tarde del solemne bautizo de Agustina Vibiana, nombre que pusieron a la primogénita de los acaudalados Montgomery Brusi.
Los Brusi, como los conocían en Santa Bárbara, eran propietarios de los Viñedos Delfino, de origen italiano, llegaron a California a principios del siglo XIX, tres hermanos que trabajaron muy duro para comprar aquellas tierras y comenzar a producir un lambrusco muy estimado en la zona.
Con malas artes se construyen imperios rápidamente, pero trabajando duro se tarda mucho más. Esa era la diferencia entre los Brusi y los Montgomery, el dispar origen de sus fortunas, que ahora estaban unidad.
Los Montgomery, llegaron de Irlanda, un siglo antes y se dedicaron a prestar dinero, su fortuna fue rápida y luego fueron estudiando derecho, fueron jueces y políticos; y el poder, genera mucha más riqueza y eso eran los Montgomery, clase alta de Santa Bárbara.
La belleza de Livia, obró el enlace, y que la joven no tenía las manos vacías. De este modo, dos familias católicas, se unían en la fe y en el porvenir.
Agustina, comenzó su andadura, de la mejor forma posible, ungida el día 28 de agosto, día de uno de los grandes doctores de la Iglesia Católica, apadrinada por Delfino Brusi, tío soltero de Livia Delfina Brusi, y por Dolores Montgomery, tía soltera de Erwin Montgomery.
En el tablero de la vida, sólo ha un Rey, y todas las demás figuras desempeñan roles para el éxito de la pieza clave, pues preservarla del jaque mate, es el éxito de la estrategia coral que es generar un linaje y legal para poder seguir jugando y vencer. Las grandes familias, no necesitan ser numerosas, ellas, no traen al mundo soldados, ellas, dan a luz generales, de nada vale tirar el grano en un pedregal, por eso, las estrategias de estos clanes eran construir comúnmente, y sólo sembrar en el terreno adecuado, por eso el clan irlandés y el italiano, estimaban en extremo la soltería y evitar sobremanera la dispersión.
Tras el éxito no hay frenesí, sólo calculo, calculo y calculo.


domingo, 9 de febrero de 2020

Longinos Clemente de Santa Liliana


Mauricia, siempre intentó proteger a sus hijos. Desde la pila bautismal, tomó medidas para evitarles el trance de la adversidad. Tres vástagos alumbró, y a los tres como último nombre les llamó, de Santa Liliana, porque ella siempre pensó que esta Santa, era la protectora contra la meningitis, una enfermedad que ocasionaba entre los niños mucha mortandad.
Mauricia, era demasiado supersticiosa y previsora, a los tres los bautizó en la Ermita del Cristo del Ejido, donde decían que se guardaba un fragmento de la lanza que traspasó el corazón a Jesucristo, un pequeño trozo de hierro,en concreto la punta de la lanza que se custodiaba en el Vaticano, esta pequeña punta que pertenecía al Rey Luis IX de Francia y se guardaban en la Sainte Chapelle de París, desapareció con la Revolución Francesa, y decían que terminó, por extrañas vicisitudes, allí, en aquella pérdida ermita del pueblo. Ella, siempre sintió un gran interés por los poderes de la Lanza de Longinos, por la Lanza del Destino, del éxito aparejado a ella, al ser signado en la frente con aquella reliquia, tras el bautizo en la fe del Señor, bajo aquella cúpula orlada de terribles réprobos, en presencia de aquella poderosa talla de un Cristo yacente, con la herida de la lanzada en el costado, del que brotaban agua y sangre, bautismo y eucaristía, purificación y salvación.
Ana Isabel Benita de Santa Liliana, era su hija pequeña, en la que ella, tenía puestas muchas expectativas, sobre todo después del modo de despuntar tan atípico de sus otros dos Lilianos.
Sabel, como la llamaban en casa, era aplicada, calculadora, maniática y terriblemente práctica y autosuficiente, talentos complicados de manejar para bien casarla, en Berrenjambre del Peral.
Rafael Enrique Samuel de Santa Liliana, era su segundo hijo, un picha dulce, un bravucón semental enredado en mil devaneos, un joven atrozmente atractivo, que rendía sin esfuerzo a todo tipo de hombres y mujeres de la comarca. Era un díscolo, con mucho éxito, que vivía bien de su cuerpo y de engatusar a los que tenían posibles y de utilizar a su antojo y desdeñar a los que no los tenían.
Y su hijo mayor y heredero de sus delirios, Longinos Clemente de Santa Liliana, era el que con esquemas propios había conseguido llegar a la cúspide del éxito, pero creando él, su propio reino. Autoproclamado Papa, de la Iglesia, que él, había fundado, a su imagen y semejanza, tras proponerse ser Santo y comenzar a padecer llamativos estigmas, que el Obispo de Montenera, se negó a creer y se obstinó en desacreditar.
Mauricia, había tenido tres vástagos, tocados por la Lanza del Destino, nimbados por la fiebre del éxito, y por el empeño en coronar cúspides y abstraerse a la enorme planicie de la mediocridad.

miércoles, 5 de febrero de 2020

Más que ayuda de Dios


Su devoción era muy grande y postrada a todo lo largo, en el pasillo de la nave central, rezó a la Virgen de la Candelaria, patrona de Socoltenango. En Chiapas, no había Virgen más milagrosa y ella necesitaba algo más que ayuda de Dios.
Hay alianzas que se sellan con un vinculo rubricado en el altar mayor, entregando a tu hija al socio, firmando un pacto para crear un linaje, matrimonios sin amor para legar y atar empresas.
Mariana Requena, sabía lo difícil que era zafarse del destino que le había impuesto su padre; por eso rezo y ayuno, y se encomendó a Santa Wilgefortis, patrona de los malos casamientos, abogada de las mujeres mal casadas. 
Su aspecto se deterioró tanto, con la negativa a comer, que apunto estuvo Mercedario Manrique, de no casarse con ella y de dar al traste con los planes de su padre.
Pero nada de esto ocurrió y la boda tuvo lugar en Iglesia de la Socoltenango, con el ringorrango de su posición social. 
El Manrique, la respeto en la noche de boda y en todas las noches sucesivas, porque no sólo era víctima ella, de esta transacción, tambien era víctima él ,de este matrimonio impuesto. 
Y fue así como se obró el milagro, y ella, murió, sin ser desflorada, en la senectud y él, buscó sus apaños fuera del matrimonio, pero sin el más mínimo escándalo social, para no perjudicar la imagen de Mariana, ni la de él .




martes, 4 de febrero de 2020

El caballito de cartón


Apareció cuando había decidido vender la casa, llevaba tantos años allí, como años tenía María, habría llegado de la anterior vivienda, estaba en el desván desde antes de que ella naciera.
El caballito de cartón de su abuela, había sobrevivido a tres mudanzas, era el caballito de la foto que su madre tenía, en un portaretrato de plata, en el trinchero del salón. La foto ya no estaba en la casa,
le tocó a su hermana cuando repartieron las cosas de su madre.
Desde que su madre murió, allí no había vuelto a vivir nadie, era evidente el abandono, desde la calle se notaba que estaba cerrada, el jardincito de la entrada estaba lleno de maleza y los barrotes de la verja hacia muchos años que no se pintaban. El interior estaba todo revuelto, quedó así después de que se repartieron los muebles, las porcelanas de Lucía, sus pocas joyas.
En los desvanes de la casa, había recuerdos de muchas épocas, almacenados con mucho descuido; cajas cerradas con papeles, cartas, apuntes de cuando ellas estudiaban, juguetes, ropa, libros y muebles desvencijados, y entre todo esto, estaba el caballito de su abuela.
María, lo sacó del rincón donde había permanecido tantos años abandonado y lo bajó al salón y lo colocó en el centro, para poder verlo bien y quitarle el polvo. Era sorprendente que se encontrara tan bien, sus brillantes ojos marrones de cristal, la seguían en sus deambulaciones, la escrutaban, la analizaban, después de que les hubieran retirado la suciedad que los velaba.

Librada Gonzalez


Eustaquia de la Caridad Santa Cruz Benavides, era oriunda de Canarias, en concreto de Gáldar.
Ella, estaba enamorada de su propia oscuridad, de su vil infierno, de todos y cada uno de los demonios que la habitan. Era una miserable, que se dedicaba a echar las cartas y a ahuyentar malos augurios con el humo, de unos apestosos puros que ella misma liaba. 
Embaucar era algo, que esta extridente señora, dominaba a la perfección, sabía decir lo conveniente, lo obvio, sabia generar conflictos y abonar la dependencia, la necesidad de acudir a ella para tomar decisiones, para vivir.
En la Plaza de la Candelaria, tenía su casa y su consulta, en Cadiz, ella se había hecho un hueco entre las adictas a la superchería.
Le cantaba el papo a cenicero, pero aun así sus prédicas tenían mucho eco. Era muy diestra, en utilizar las hondas miserias que hay tras todas las acicaladas fachadas, en provecho propio.
La hija de Eustaquia, Librada Gonzalez Santa Cruz, creció jugando en aquella plaza y amenazando a los chavales con las brujerías de su madre. Creció como un marimacho. Era de aspecto desaliñado, y no se notaba nada el esmero que ponía su madre acicalándola y haciéndole caros vestiditos a medida; que claro está, que ella, con su cara mortecina y su electrificada melena, deslucia.
La Canaria, como la llamaban en Cadiz, llegó preñada a allí. Ella, decía que acababa de enviudar y seguro que así sería. Llegó a La Tacita de Plata, porque tenía en la Plaza de las Candelas, una tía, Segismunda Benavides Becerra, viuda de un capitán, que ni tenía hijos, ni tenía amistades, dado su carácter rancio y desabrido. En casa de Segismunda, se plantó, apunto de parir, y nada más llegar empezó a echar las cartas a las vecinas y de ese modo se corrió la voz, y convirtió la casa de la siesa, en un verbena, de tanto entrar y salir gente.
Librada, nació un treinta de abril, día en que Séneca y Lucano, fueron obligados, por Nerón, a suicidarse. La bautizó en la Iglesia del Monasterio de Nuestra Señora de la Piedad y la llamó Librada, porque esta Santa, es la patrona de la mujeres mal casadas. El nombre del velorto, ya nos estaba dando pistas sobre ella, y sobre su llegada a Cadiz.

domingo, 2 de febrero de 2020

Vítora


Cada hombre tiene sus pesares, secretos que el mundo ignora y desconoce.
Marcado por las prebendas inmorales que recibía su padre. Construimos sobre la peana de mármol en la que nos han alumbrado.
Vítora, era memo, panfilo, petulante y altaneramente zafio. A pesar del comprado estatus, no era nada más que un vulgar macarra que para conseguir plata, hacia lo que terminan haciendo todos, dar vueltas en el Parque de la Fraternidad.
Celso Vítora, a pesar de todo tenia suerte, tenia una casa, que es mucho más que lo que tienen los demás. La heredó del vendido de su padre, un policia corrupto, como casi todos los que hay en La Habana. La casa era amplia y tenía alquilados tres cuartos a pingueros como él, con ellos pagaba gastos y le enviaba dinero a su madre y a su abuela que vivían en Pinar del Río, desde que su padre abandonó a Mercedes y ella volvió al pueblo donde nació. Era el único dinero que recibían las dos mujeres, que vivían allí solas, sin saber de las cuitas de Celso, aunque si se enteraran no cambiaría nada, porque prostituirse para poder sobrevivir en Cuba, en La Habana, era lo normal.
Celso, tambien controlaba una casa en el Vedado, que una pareja amiga suya, alquilaba sólo a extranjeros gays, y él solía ir a hacer la lucha allí, también le organizaba orgías o pagaba el trato de favor de esta pareja, manteniendo relaciones sexuales con ellos de cuando en cuando y sin cobrarles nada.
El mundo ignora, pero el mundo no es ciego, y se veía a la legua a lo que se dedicaba Celso, dinero fácil, que fácil se va, que te abre y te cierra puertas, que no hace que mudes de estatus, porque soñar no es la realidad.
La belleza, tiene fecha de caducidad, la frescura se desvanece, y son los nuevos, los que pasean prietos por la Avenida de Colón, los que sin hacer nada, te quitan los clientes. Cumplir años abarataba los servicios, los distanciaba, los hacía cada vez más cutres, más sucios. Seguía teniendo alquilados tres cuartos, a pingueros, pero todos ellos eran mucho más jóvenes que él.

jueves, 30 de enero de 2020

Jorko


Máximo Jorko, sabía que la vida es perseguir un tren, caminar por los raíles buscándolo, pero teniendo muy claro, que en una bifurcación, a ciegas, hay que elegir.
Jorko, como lo apodaron en la cárcel, había seguido muchos caminos de hierro que no tenían salida.
Se formó en las calles, en el deambular constante buscando un norte que le era esquivo.
Todo le había pasado a él. Él, iba atrayendo que le pasara de todo, era el pararrayos de las mil tormentas.
Había que reconocer que, Máximo, tenía habilidades, múltiples destrezas. Abandonaba empresas por el mero hecho de que no lo hacían feliz.
Su carácter locuaz lo hacía atractivo, seductor y le granjeaba la posibilidad de mimetizarse con múltiples entornos y extracciones sociales.
Así terminó en la cárcel , cuando trabajaba en la Sala Strada, de ventrílocuo, con su espectaculo "Máximo y los Máximinos". Le culparon a él, de la muerte de Didi Albamar, una bella corista que estaba relacionada con Marcos Velarde, un conseguidor de la noche. Cuando Max, sólo había encontrado el cadáver, por esa razón sus huellas estaban en el arma y en la escena del crimen.
Tres años pasó encerrado por algo que el no había cometido, hasta que un rival, declaró que fue Velarde, quien asesinó a Albamar, por celos y alguna que otra cuenta pendiente. Autissier, aportó pruebas que incriminaban a Velarde y así es cómo pudo salir del presidio, por un ajuste de cuentas entre el hampa de la noche de Madrid.
Allí fue donde un checo que compartia celda con él, le puso el mote de Horko, que significa calor, y de la H a la J, sólo hubo un vulgar paso. Máximo Obdulio Rolander Cava, se sintio identificado con aquel apelativo y lo adoptó como sobrenombre para el resto de su vida.



Didier


Era un hombre curtido, nacido en una barraca pesquera en el Golfo de Guacanayabo.

La riqueza de las aguas les permitió sobrevivir. Edelmira y Javier, se casaron pronto, y tuvieron una gran prole, ocho hijos, cinco varones y tres hembras. Todo iba, hasta que, el 8 de noviembre de 1932, llegó aquel maldito huracán, y arrasó con todo lo trazado, e impuso el caos.
Edelmira, quedó sola, con el pequeño Didier. Nadie más de la familia sobrevivió a aquella desolación.
A pesar de la tristeza, había que seguir adelante, ellos no eran los únicos que habían padecido el desastre, el mar había destrozado todas las vidas y las casas de la costa.
Didier, se convirtió en un niño de salitre, tuvo que buscar sustento en las aguas, en los muelles del puerto de Santa Cruz del Sur.
Las ayudas del gobierno fueron escasas, y la mayoría de las promesas cayeron rápido en el olvido.
Didier, se cansó pronto de malvivir, y dejó a su madre, que ya se había ennoviado con Perpetuo Leto, que también había enviudado con el huracán.
Sólo año y medio había pasado del desastre, y el muchacho, ya era un dorado mulato que tenía muchas aspiraciones.
En las revoluciones el dinero, cambia de manos, pero no se reparte y si algo se reparte es la miseria. Él, sabía que si se quedaba allí, en la provincia de Camagüey, su futuro estaba escrito, mar o caña de azúcar. Por eso, con lo poco que tenía, que era nada y cavia en un atillo, cogió el tren, con el inductor de aquel viaje para buscar fortuna. Una mañana temprano de mayo de 1934, se fue, a La Habana de Fulgencio Batista, en compañía del negro Manuel.




miércoles, 29 de enero de 2020

Lola Mora


"Si yo tuviera ese dinero, también sería encantadora, y creo que mucho más."

Lola Mora, sabía que no podía morder más de lo que podía tragar, y aun así tragaba rápido y sin masticar.
Lola, nació envidiando la posición de otros, la preeminencia. Era muy duro ser hija de Petra, ser nieta del hojalatero, ser biznieta de Matías Topo. No había peor familia en Relumbres, ni en la comarca, que la parentela de La Mora.
En los pequeños cosmos, es muy difícil abstraerse a los avatares de los ancestros, se nace marcado por sus motes, por sus vicios y por sus taras. La crueldad en los grandes infiernos es infinita. Los pueblos son cubiles de despiadada maldad.
Nació un domingo de carnaval, mientras la vaca antruejos corría las calles y sus hermanos corrían delante de ella, con unos bigotillos que les habían pintado con un tapón de corcho quemado. En casa sólo estaba su madre y Margarita, la comadrona. Su padre, estaba bebiendo vino en la taberna de Pilar, como hacía siempre.
Lola, creció marcada por, la frescura de su madre, que para sacarlos adelante se las ingeniaba con el oficio más antiguo del mundo; por la inutilidad de su padre, que malgastaba el mísero jornal que ganaba de obrero con los Terencios, en el capital de los hijos del difunto boticario.
Petrita, como la llamaban en Relumbres, empezó muy pronto sirviendo en casas, y en cuanto creció un poco, se fue de interna a Madrid, allí respiró y se libró del sambenito del pueblo.
La ciudad refino a Lola, que era una muchacha espabilada, lista, que se empapaba de todo lo que veía y tenía unas ansias enormes por aprender y crecer.
La nieta del hojalatero, de casta tenía buena planta, era guapa, de color trigueño y ojos de fuego, tenía un fuerte atractivo que se vio reforzado por el aseo y el refinamiento que le dio la capital. No tardó en ser cortejada, incluso por el hijo de los señores de la casa en la que trabajaba. Algo que tuvo consecuencias negativas para ella pues perdió el trabajo, pero las buenas referencias que le dio Rutina Mendieta, le permitieron encontrar trabajo en seguida y en una casa mejor. Porque su nueva jefa, Mercedes Trespalacios, vivía sola y aunque maniática, daba poco ruido y le permita tener más tiempo para aprender, en unas clases nocturnas a las que asistía en la Parroquia del Carmen.
El sobrino de Meke, como llamaban a su señora, también se prendó de Lola, y desde que se obsesionó con ella, no había día que no visitara a su tía, para ver a su criada, sólo verla, porque la hija de Petra, estaba muy escarmentada y no quería perder a otra casa y menos esta, en la que estaba tan bien.
"Dolores de mi vida, de mi corazón, de mis entrañas, toda mía; cuanto te quiero y que poquito caso me haces....."
Así empezaba todas sus cartas, el Marquesito, que era como, para sus adentros, lo llamaba ella.

domingo, 26 de enero de 2020

Las metas erroneas


A veces, los días tristes, los ángeles los llenan de luz. Nunca está todo perdido, siempre hay un hilo de esperanza.
Las metas erróneas, las vidas trazadas, los objetivos inoculados, generan ingente desasosiego.
Él, no quería ser militar, fue una realidad que le vino impuesta.
¿En que se parece la danza a una Academia Militar? En nada, se contestaba él.
Su cuerpo, no era el de un bailarín, estaba curtido en otro tipo de pruebas. Élisée, estaba encharcado de decepción, de una frustración que ni él, se atrevía a articular.
Con extremada frecuencia, los hijos son una proyección de los padres, son una vida que les permite materializar sus frustraciones, sus inconclusas trayectorias. Es muy difícil extraerse a este tipo de manipulación, en la que tus deseos nada importan y son algo a erradicar, porque entorpecen el logro de la meta trazada desde antes de tu concepción, desde la cuna; para ti, por ellos, los seres que tienen tu patria potestad.
Era mayo, era el mes de las flores y de los colores vibrantes. Fue en ese momento cuando un rayo de luz penetro. Élisée Beaumont, estaba en el Campo de Marte, cerca de L´Ecole Militaire. Estaba entretenido en el teatro de guiñol, disfrutando de "El Sastrecillo Valiente", y fue ahí, donde reparó en que no había utilizado todo su ingenio para imponer su posición.
Tras la función se acercó a conocer a los titiriteros, a preguntarles si se podía ir con ellos de gira, entrar en aquella o en otra compañía. Ellos, sobre todo Lucien, le indicaron lo que podía hacer. Y quedó, en volverse a ver con ellos, a la misma hora y en el mismo sitio.
Aquella tarde se presentó, con un pequeño petate, dispuesto a no volver nunca más a ser títere de nadie. Lucien, se alegró al verlo de nuevo. Aquella noche de mayo, pasó la noche en la pensión con Lucien.