"No me aferro a los recuerdos, como aquellos que tienden a saborear sus desgracias y desgranarlas mil veces en mil tertulias, yo sólo los vivo."
Maryona, jamás imaginó sobrevivir a toda su descendencia, enterrar a sus tres hijos, perder a sus dos nietas. Hacía mucho tiempo que para ella vivir era soportar días, soportarlos sin masticar sus tragedias.
Ya no le quedaba nada que perder, salvo apagarse y eso en sí, no era una pérdida.
Maryona Terranova, era la matriarca de un clan, de tres laboriosos vástagos, siempre puso buena cara a la adversidad, siempre esbozo una sonrisa de esperanza ante la fatalidad, siempre había razones para luchar. El destino le fue cortando cabos hasta dejarla a la deriva, sin un norte, sin afectos y razones para luchar.
Nunca quiso seguir los dictados de su madre, que por puro egoísmo la quería soltera, ni tomar como referencia a sus tres tías, a las que con devoción cuido hasta el fin de sus días, ella siempre soñó con ser madre, por eso aceptó a Marlon, el único que la pretendió, que se atrevió a pedir su mano a su madre.
A Maryona le fascinaba el vinculo que se establece entre el vástago y la madre. Su perra Lucy, a lo largo de su vida tuvo muchas camadas, y ella vivió esos partos como suyos, ver como Lucy los lamia, los alimentaba, como iban creciendo y comenzaban a corretear, hasta que su padre se los retiraba y llevaba a la ciudad para que tuvieran nuevos dueños, pues en casa con un perro era suficiente.
La Sombra de Lilith, su madre era muy alargada, ella era la que mandaba en todo, la que dominaba la casa, por eso casarse contra su voluntad imponía marcharse, fundar un nuevo hogar, y eso hizo, nada más dar el sí quiero a Marlon. Se fueron a vivir al rancho de sus tías, allí había trabajo y de ese modo Maryona podía atenderlas a ellas también. sus tías no tenían el endiablado carácter de su madre, eran más dóciles y sumisas, era fácil dominarlas sin que ellas fueran conscientes.
De este modo no partían de cero, Marlon tenía a su merced muchas tierras y ganado, para trabajar y poder mantener a la prole que Maryona quería tener.
El primer embarazo no tardó en llegar, tuvo muchas molestias, que sus tías le decían que era algo normal en la familia, que a su madre con ella le pasó igual, y que esa era la razón por la que no se volvió a quedar en cinta, esa y que no le gustaban los niños.
El alumbramiento fue bien, sin complicaciones. Un once de diciembre de 1865, nació su primogénito, al que bautizaron como Alvin.
Sus tias se peleaban, por atenderlo, por tenerlo en sus brazos. Fue un niño muy consentido hasta que llegó el segundo embarazo, este no fue tan duro y un 18 de diciembre de 1869 nació Barin.
Todo funcionaba a las mil maravillas en aquella granja con nuevos retoños, todo era felicidad.
Y llegó el tercer hijo, un trece de noviembre de 1870, y fue bautizado como Cedric.
Y aunque Maryona quería más hijos, no llegaron más.
La primera pérdida llegó el Día de Acción de Gracias de 1871, ese día tambien festejaban el primer cumpleaños de Cedric, lo retrasaron a ese jueves porque iban a estar todos en casa. La casa era una algarabía, los tres niños, las tres tías, los cuatro abuelos y Maryona y Marlon.
Berwyn, que se empezó a sentir un poco indispuesto nada más empezar a comer, cuando se disponía a hacer un brindis por el pequeño Cedric, se desplomó sobre la mesa. Fue algo fulminante, se quedó sin pulso, se amorató y ya no despertó. Lilith, gimiqueo un poco al ver que su marido ya no venía en sí, pero no se la vio muy afectada por la pérdida. Las tias se llevaron a los niños a la cocina y los dos hombres subieron al finado a uno de los cuartos.
Tras el entierro, Lilith se trasladó a vivir tambien con ellos. Y comenzó la guerra, porque la viuda no era ni dócil, ni de fácil trato y quería imponer su voluntad en la casa a toda costa. Maryona, hacía esfuerzos sobrehumanos para no tener broncas diarias con su dominante madre.
La convivencia se resintió y los adorados niños aprendieron a huir de la abuela, evitando su agrio carácter. Las tías también aprendieron a esquivarla, para evitar ser usadas de ariete en las impertinentes demandas de la odiosa hermana.
Tres años duró el suplicio hasta que un catorce de mayo de 1875, Lilith amaneció en calma, con la calma que proporciona la muerte. Y la casa descanso y volvió a ser una balsa de aceite.
Maryona heredó el rancho que era de sus padres, de su madre y decidió continuar con él alquilado. Era mejor rancho, con más tierras, con mejores pastos, pero eran felices en la pequeña granja de sus tías, que le permitía trabajándola, vivir bien.
Ya no llegaban más hijos, con lo que había que pensar en el futuro de los tres que tenían. Tenía ya dos granjas, le hacía falta una tercera, para tener una para cada hijo. Y la compraron, con los ahorros de ellos, con el dinero heredado de su madre y con lo que tenían sus tías, compraron, el rancho de Berel Taylor, un viejo sin descendencia al que su sobrina Carla se había llevado a la ciudad.
Todo iba sobre ruedas, habían asegurado el futuro de sus hijos, ahora tenían que hacerlos crecer.
Continuará