domingo, 29 de diciembre de 2019
Pascualin
Katy, solía decir que ningún hombre la había follado como él.
Como los perfumes, la vulgaridad se vende en pequeños frascos, y eso era Katy, un pequeño y muy vulgar envase.
Pascualin, era un pequeño semental de enorme verga, era una vulgar alimaña muy bien dotada, y ese era su agrio dulzor, penetrar y hacer gozar a zafias como Katy.
Pascualin tenía buena mano en eso de fornicar con ellos y con ellas, porque no sólo la vulgar Katy, había caído rendida a sus pies, también su primo Heriberto José, no daba pie con bolo desde que el enano mental de enorme polla lo monto. El tamaño importa, y no sólo te llena el ojo, te llena el papo y el ojete. Hablar claro implica ser vulgar, llamar a la polla por su nombre y al desafuero perdición.
Katy, era una muñequita, era una pequeña ninfómana, era una perdida iniciada precozmente en la senda de la perdición.
Natura da talentos que tesón no consigue, y ese era el talento que tenía entre las patas Pascualin.
Los atávicos talentos rigen el mundo, subyugan voluntades y rinden doncellas, y abstraerse a esa vulgar dominación no nos hace superiores, porque las batallas de alcoba no las dirime el intelecto, sino la verga y sus arremetidas, y en esas lides la inteligencia lo tiene todo perdido.
Heriberto José, ganó la batalla a Katy, su posición y sus posibles vencieron a la pequeña puta, que sólo podía ofertar fornicio. El primo, el curita, podía ofertar pitanza y vida regalada al pequeño varón de la gran verga, y por eso opto el Pascualin por follarse al padre y dejar de lado a la muñeca, a la ninfómana que sólo sexo fácil podía proponer, sexo fácil, placentero e infiel, porque las ninfomanas nunca te son fieles.
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