lunes, 2 de diciembre de 2019

Miguelín Henríquez de Relumbrosa Vedate



Eran una familia de chalanes, trataban con ganado, con lana, con miel. Se dedicaban al oficio de intermediar.
Los días de las tragedias suele hacer sol, suelen ser días calmos, días serenos, días felices que la fatalidad viene a truncar.
Hacia sol, y nada hacía presagiar la tragedia, a nadie se le había pasado por la imaginación que aquel día tan radiante iba a desaparecer Miguel.
La casa de los Vedate, estaba en la plaza, en la plaza del consistorio, enfrentada a él. Era una casa solariega y blasonada, pero no era ni su blasón, ni su casa, la habían comprado a los Álvarez de Valparaíso, los Condes de Valdiez. La mala administración de su hacienda había convertido a los Valdiez en nobleza proletaria, al final de sus días en Villa Real, sólo conservaban el título y la casona. Y al final terminaron vendiendo la casona y emparentando con los Tornavaca y emigrando a Villasanz.
Los Vedate, empezando de cero se movieron de clase y treparon hasta emparentar con los Henríquez, primos hermanos de los Valdiez.
El hijo de Santa Vedate, desaparecio de repente, sin dejar rastro, sin que la guardia civil pudiera seguir pistas. se le perdía el rastro en la sala grande de la casona, su madre la mujer de Gumersindo Henríquez de Relumbrosa, había dejado al pequeño infante en esa pieza de la casa, que a través de dos galerías acristaladas daba a la plaza, lo había dejado allí mientras ella se ausentaba para ir a la cocina, lo había dejado jugando con un yaco gris, con Federico, que es como se llamaba el loro que compraron con la casa, un loro de linaje, que tenía la friolera de setenta años. El loro se lo regalaron a la antigua Condesa de Valdiez en su boda, y ahí seguía después de haber enterrado al Conde y a la arruinada Condesa. Su hija Matilde Remigia Fadrique Álvarez de Valparaíso, lo dejo en la casa cuando emparentó con los Tornavaca, no se lo llevo porque decia que habia cogido los vicios del servicio y era muy mal hablado y los Vedate lo adoptaron más por esnobismo que por caridad.
Miguel estaba parlamentando con el loro cuando desaparecio, desaparecio sin dejar rastro un uno de diciembre de 1922.
La benemérita, lo busco por todo el pueblo, se hicieron averiguaciones por si algún sacamantecas lo había raptado, por si era el rapto por dinero, por si pedían un rescate. Nada se averiguaba, se perdía el rastro en el propio salón y el loro aunque viejo, no contaba nada, salvo las vulgares frases aprendidas del servicio anterior. En el pueblo se corrió el rumor de que era algo de brujería, pues no aparecía ni en los pozos, ni en ninguna parte el niñito, era imposible ademas que hubieran sido ni los lobos, ni ninguna alimaña, porque no habían dejado rastro ninguno de sangre.
Dos meses estuvieron buscando al nieto del chalán, de Paulino Vedate, dos meses sin éxitos y sin avances. Dos meses que dieron en el pueblo para muchas especulaciones y cuentos. Santa, con este disgusto encaneció y se trastornó un poco más de lo que ya estaba y su marido el Henríquez se dio a las tabernas, a beber para olvidar, una respuesta muy ineficaz y muy masculina.
Y tras tres meses sin Miguelín, un dia tambien de sol cuando su abuelo se disponía a vender una tinaja de miel, se percataron entonces, al trasegarla a cantaras más pequeñas, que en su interior y boca abajo se había ahogado su nieto. El niñito no había salido de casa, no había rapto, ni nada, sólo dulce y triste fatalidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario