martes, 4 de febrero de 2020
El caballito de cartón
Apareció cuando había decidido vender la casa, llevaba tantos años allí, como años tenía María, habría llegado de la anterior vivienda, estaba en el desván desde antes de que ella naciera.
El caballito de cartón de su abuela, había sobrevivido a tres mudanzas, era el caballito de la foto que su madre tenía, en un portaretrato de plata, en el trinchero del salón. La foto ya no estaba en la casa,
le tocó a su hermana cuando repartieron las cosas de su madre.
Desde que su madre murió, allí no había vuelto a vivir nadie, era evidente el abandono, desde la calle se notaba que estaba cerrada, el jardincito de la entrada estaba lleno de maleza y los barrotes de la verja hacia muchos años que no se pintaban. El interior estaba todo revuelto, quedó así después de que se repartieron los muebles, las porcelanas de Lucía, sus pocas joyas.
En los desvanes de la casa, había recuerdos de muchas épocas, almacenados con mucho descuido; cajas cerradas con papeles, cartas, apuntes de cuando ellas estudiaban, juguetes, ropa, libros y muebles desvencijados, y entre todo esto, estaba el caballito de su abuela.
María, lo sacó del rincón donde había permanecido tantos años abandonado y lo bajó al salón y lo colocó en el centro, para poder verlo bien y quitarle el polvo. Era sorprendente que se encontrara tan bien, sus brillantes ojos marrones de cristal, la seguían en sus deambulaciones, la escrutaban, la analizaban, después de que les hubieran retirado la suciedad que los velaba.
Librada Gonzalez
Eustaquia de la Caridad Santa Cruz Benavides, era oriunda de Canarias, en concreto de Gáldar.
Ella, estaba enamorada de su propia oscuridad, de su vil infierno, de todos y cada uno de los demonios que la habitan. Era una miserable, que se dedicaba a echar las cartas y a ahuyentar malos augurios con el humo, de unos apestosos puros que ella misma liaba.
Embaucar era algo, que esta extridente señora, dominaba a la perfección, sabía decir lo conveniente, lo obvio, sabia generar conflictos y abonar la dependencia, la necesidad de acudir a ella para tomar decisiones, para vivir.
En la Plaza de la Candelaria, tenía su casa y su consulta, en Cadiz, ella se había hecho un hueco entre las adictas a la superchería.
Le cantaba el papo a cenicero, pero aun así sus prédicas tenían mucho eco. Era muy diestra, en utilizar las hondas miserias que hay tras todas las acicaladas fachadas, en provecho propio.
La hija de Eustaquia, Librada Gonzalez Santa Cruz, creció jugando en aquella plaza y amenazando a los chavales con las brujerías de su madre. Creció como un marimacho. Era de aspecto desaliñado, y no se notaba nada el esmero que ponía su madre acicalándola y haciéndole caros vestiditos a medida; que claro está, que ella, con su cara mortecina y su electrificada melena, deslucia.
La Canaria, como la llamaban en Cadiz, llegó preñada a allí. Ella, decía que acababa de enviudar y seguro que así sería. Llegó a La Tacita de Plata, porque tenía en la Plaza de las Candelas, una tía, Segismunda Benavides Becerra, viuda de un capitán, que ni tenía hijos, ni tenía amistades, dado su carácter rancio y desabrido. En casa de Segismunda, se plantó, apunto de parir, y nada más llegar empezó a echar las cartas a las vecinas y de ese modo se corrió la voz, y convirtió la casa de la siesa, en un verbena, de tanto entrar y salir gente.
Librada, nació un treinta de abril, día en que Séneca y Lucano, fueron obligados, por Nerón, a suicidarse. La bautizó en la Iglesia del Monasterio de Nuestra Señora de la Piedad y la llamó Librada, porque esta Santa, es la patrona de la mujeres mal casadas. El nombre del velorto, ya nos estaba dando pistas sobre ella, y sobre su llegada a Cadiz.
domingo, 2 de febrero de 2020
Vítora
Cada hombre tiene sus pesares, secretos que el mundo ignora y desconoce.
Marcado por las prebendas inmorales que recibía su padre. Construimos sobre la peana de mármol en la que nos han alumbrado.
Vítora, era memo, panfilo, petulante y altaneramente zafio. A pesar del comprado estatus, no era nada más que un vulgar macarra que para conseguir plata, hacia lo que terminan haciendo todos, dar vueltas en el Parque de la Fraternidad.
Celso Vítora, a pesar de todo tenia suerte, tenia una casa, que es mucho más que lo que tienen los demás. La heredó del vendido de su padre, un policia corrupto, como casi todos los que hay en La Habana. La casa era amplia y tenía alquilados tres cuartos a pingueros como él, con ellos pagaba gastos y le enviaba dinero a su madre y a su abuela que vivían en Pinar del Río, desde que su padre abandonó a Mercedes y ella volvió al pueblo donde nació. Era el único dinero que recibían las dos mujeres, que vivían allí solas, sin saber de las cuitas de Celso, aunque si se enteraran no cambiaría nada, porque prostituirse para poder sobrevivir en Cuba, en La Habana, era lo normal.
Celso, tambien controlaba una casa en el Vedado, que una pareja amiga suya, alquilaba sólo a extranjeros gays, y él solía ir a hacer la lucha allí, también le organizaba orgías o pagaba el trato de favor de esta pareja, manteniendo relaciones sexuales con ellos de cuando en cuando y sin cobrarles nada.
El mundo ignora, pero el mundo no es ciego, y se veía a la legua a lo que se dedicaba Celso, dinero fácil, que fácil se va, que te abre y te cierra puertas, que no hace que mudes de estatus, porque soñar no es la realidad.
La belleza, tiene fecha de caducidad, la frescura se desvanece, y son los nuevos, los que pasean prietos por la Avenida de Colón, los que sin hacer nada, te quitan los clientes. Cumplir años abarataba los servicios, los distanciaba, los hacía cada vez más cutres, más sucios. Seguía teniendo alquilados tres cuartos, a pingueros, pero todos ellos eran mucho más jóvenes que él.
jueves, 30 de enero de 2020
Jorko
Máximo Jorko, sabía que la vida es perseguir un tren, caminar por los raíles buscándolo, pero teniendo muy claro, que en una bifurcación, a ciegas, hay que elegir.
Jorko, como lo apodaron en la cárcel, había seguido muchos caminos de hierro que no tenían salida.
Se formó en las calles, en el deambular constante buscando un norte que le era esquivo.
Todo le había pasado a él. Él, iba atrayendo que le pasara de todo, era el pararrayos de las mil tormentas.
Había que reconocer que, Máximo, tenía habilidades, múltiples destrezas. Abandonaba empresas por el mero hecho de que no lo hacían feliz.
Su carácter locuaz lo hacía atractivo, seductor y le granjeaba la posibilidad de mimetizarse con múltiples entornos y extracciones sociales.
Así terminó en la cárcel , cuando trabajaba en la Sala Strada, de ventrílocuo, con su espectaculo "Máximo y los Máximinos". Le culparon a él, de la muerte de Didi Albamar, una bella corista que estaba relacionada con Marcos Velarde, un conseguidor de la noche. Cuando Max, sólo había encontrado el cadáver, por esa razón sus huellas estaban en el arma y en la escena del crimen.
Tres años pasó encerrado por algo que el no había cometido, hasta que un rival, declaró que fue Velarde, quien asesinó a Albamar, por celos y alguna que otra cuenta pendiente. Autissier, aportó pruebas que incriminaban a Velarde y así es cómo pudo salir del presidio, por un ajuste de cuentas entre el hampa de la noche de Madrid.
Allí fue donde un checo que compartia celda con él, le puso el mote de Horko, que significa calor, y de la H a la J, sólo hubo un vulgar paso. Máximo Obdulio Rolander Cava, se sintio identificado con aquel apelativo y lo adoptó como sobrenombre para el resto de su vida.
Didier
Era un hombre curtido, nacido en una barraca pesquera en el Golfo de Guacanayabo.
La riqueza de las aguas les permitió sobrevivir. Edelmira y Javier, se casaron pronto, y tuvieron una gran prole, ocho hijos, cinco varones y tres hembras. Todo iba, hasta que, el 8 de noviembre de 1932, llegó aquel maldito huracán, y arrasó con todo lo trazado, e impuso el caos.
Edelmira, quedó sola, con el pequeño Didier. Nadie más de la familia sobrevivió a aquella desolación.
A pesar de la tristeza, había que seguir adelante, ellos no eran los únicos que habían padecido el desastre, el mar había destrozado todas las vidas y las casas de la costa.
Didier, se convirtió en un niño de salitre, tuvo que buscar sustento en las aguas, en los muelles del puerto de Santa Cruz del Sur.
Las ayudas del gobierno fueron escasas, y la mayoría de las promesas cayeron rápido en el olvido.
Didier, se cansó pronto de malvivir, y dejó a su madre, que ya se había ennoviado con Perpetuo Leto, que también había enviudado con el huracán.
Sólo año y medio había pasado del desastre, y el muchacho, ya era un dorado mulato que tenía muchas aspiraciones.
En las revoluciones el dinero, cambia de manos, pero no se reparte y si algo se reparte es la miseria. Él, sabía que si se quedaba allí, en la provincia de Camagüey, su futuro estaba escrito, mar o caña de azúcar. Por eso, con lo poco que tenía, que era nada y cavia en un atillo, cogió el tren, con el inductor de aquel viaje para buscar fortuna. Una mañana temprano de mayo de 1934, se fue, a La Habana de Fulgencio Batista, en compañía del negro Manuel.
miércoles, 29 de enero de 2020
Lola Mora
"Si yo tuviera ese dinero, también sería encantadora, y creo que mucho más."
Lola Mora, sabía que no podía morder más de lo que podía tragar, y aun así tragaba rápido y sin masticar.
Lola, nació envidiando la posición de otros, la preeminencia. Era muy duro ser hija de Petra, ser nieta del hojalatero, ser biznieta de Matías Topo. No había peor familia en Relumbres, ni en la comarca, que la parentela de La Mora.
En los pequeños cosmos, es muy difícil abstraerse a los avatares de los ancestros, se nace marcado por sus motes, por sus vicios y por sus taras. La crueldad en los grandes infiernos es infinita. Los pueblos son cubiles de despiadada maldad.
Nació un domingo de carnaval, mientras la vaca antruejos corría las calles y sus hermanos corrían delante de ella, con unos bigotillos que les habían pintado con un tapón de corcho quemado. En casa sólo estaba su madre y Margarita, la comadrona. Su padre, estaba bebiendo vino en la taberna de Pilar, como hacía siempre.
Lola, creció marcada por, la frescura de su madre, que para sacarlos adelante se las ingeniaba con el oficio más antiguo del mundo; por la inutilidad de su padre, que malgastaba el mísero jornal que ganaba de obrero con los Terencios, en el capital de los hijos del difunto boticario.
Petrita, como la llamaban en Relumbres, empezó muy pronto sirviendo en casas, y en cuanto creció un poco, se fue de interna a Madrid, allí respiró y se libró del sambenito del pueblo.
La ciudad refino a Lola, que era una muchacha espabilada, lista, que se empapaba de todo lo que veía y tenía unas ansias enormes por aprender y crecer.
La nieta del hojalatero, de casta tenía buena planta, era guapa, de color trigueño y ojos de fuego, tenía un fuerte atractivo que se vio reforzado por el aseo y el refinamiento que le dio la capital. No tardó en ser cortejada, incluso por el hijo de los señores de la casa en la que trabajaba. Algo que tuvo consecuencias negativas para ella pues perdió el trabajo, pero las buenas referencias que le dio Rutina Mendieta, le permitieron encontrar trabajo en seguida y en una casa mejor. Porque su nueva jefa, Mercedes Trespalacios, vivía sola y aunque maniática, daba poco ruido y le permita tener más tiempo para aprender, en unas clases nocturnas a las que asistía en la Parroquia del Carmen.
El sobrino de Meke, como llamaban a su señora, también se prendó de Lola, y desde que se obsesionó con ella, no había día que no visitara a su tía, para ver a su criada, sólo verla, porque la hija de Petra, estaba muy escarmentada y no quería perder a otra casa y menos esta, en la que estaba tan bien.
"Dolores de mi vida, de mi corazón, de mis entrañas, toda mía; cuanto te quiero y que poquito caso me haces....."
Así empezaba todas sus cartas, el Marquesito, que era como, para sus adentros, lo llamaba ella.
domingo, 26 de enero de 2020
Las metas erroneas
A veces, los días tristes, los ángeles los llenan de luz. Nunca está todo perdido, siempre hay un hilo de esperanza.
Las metas erróneas, las vidas trazadas, los objetivos inoculados, generan ingente desasosiego.
Él, no quería ser militar, fue una realidad que le vino impuesta.
¿En que se parece la danza a una Academia Militar? En nada, se contestaba él.
Su cuerpo, no era el de un bailarín, estaba curtido en otro tipo de pruebas. Élisée, estaba encharcado de decepción, de una frustración que ni él, se atrevía a articular.
Con extremada frecuencia, los hijos son una proyección de los padres, son una vida que les permite materializar sus frustraciones, sus inconclusas trayectorias. Es muy difícil extraerse a este tipo de manipulación, en la que tus deseos nada importan y son algo a erradicar, porque entorpecen el logro de la meta trazada desde antes de tu concepción, desde la cuna; para ti, por ellos, los seres que tienen tu patria potestad.
Era mayo, era el mes de las flores y de los colores vibrantes. Fue en ese momento cuando un rayo de luz penetro. Élisée Beaumont, estaba en el Campo de Marte, cerca de L´Ecole Militaire. Estaba entretenido en el teatro de guiñol, disfrutando de "El Sastrecillo Valiente", y fue ahí, donde reparó en que no había utilizado todo su ingenio para imponer su posición.
Tras la función se acercó a conocer a los titiriteros, a preguntarles si se podía ir con ellos de gira, entrar en aquella o en otra compañía. Ellos, sobre todo Lucien, le indicaron lo que podía hacer. Y quedó, en volverse a ver con ellos, a la misma hora y en el mismo sitio.
Aquella tarde se presentó, con un pequeño petate, dispuesto a no volver nunca más a ser títere de nadie. Lucien, se alegró al verlo de nuevo. Aquella noche de mayo, pasó la noche en la pensión con Lucien.
"La lucha"
Es muy difícil vivir en este mundo sin aceptarlo, imposible construir, tu morada en él, si estás en permanente lucha. La calidez de un hogar es directamente proporcional a la aceptación.
Abel, no llegó por casualidad a "la lucha", fue su hermano, Bruno, el que le hablo de ella, el que le dijo lo fácil que era manejar plata, comprarse unos bonitos jeans.
La primera vez fue la peor, salió con Bruno y otros dos amigos a las aceras del cine Payret, se puso un pantalón de su hermano que le quedaba bien ceñido y una camisa que definía su cuerpo joven y curtido en la agricultura, en Niquero, reuso muchas veces, hasta que se dejó elegir por un joven americano de facciones muy delicadas, era tierno y bello como él.
sábado, 25 de enero de 2020
Hilaria Berenice Alfonsa
Hilario Berenice Alfonsa, nació en Colón, en un piso alquilado en el que vivía su madre cuando era amante de Reinaldo Camargo. Nació sin padre, porque el que preño a su madre nunca la reconoció.
Hilari, como la llamaron desde chiquitita en el liceo francés, era espabilada. A pesar de ser una hija natural, en determinados círculos sociales de La Habana, no se lo tuvieron en cuenta y máxime sabiendo que su madre era una mantenida del Gobernador. Toda la vida su madre fue la otra, pero gracias a eso, no le faltó de nada, y para montar su castillito en el Vedado, ser quien era, le abrió muchas puertas.
Hilaria, tuvo complicado extraerse a lo que había mamado en casa, su madre era una puta a la que retiró Don Reinaldo, la retiró por una mezcla de afecto y pena, porque se compadeció de ella y de verla trabajando hasta estando preñada. El Gobernador Camargo, fue quien le alquiló la casa, y le pasaba para la manutención, claro está, a cambio de favores sexuales; pero Rei, como lo llamaba Asunta, no era muy exigente, era de disparo rápido.
viernes, 24 de enero de 2020
Lycisca
Mesalina, jamás tuvo la pretensión de ostentar aquel estatus, de exhibir aquel título o baldón.
La Mesalina Criolla, como era llamada en San Isidro, en la noche de La Habana, en el burdel de las Antillas, jamás quiso asumir aquel epíteto como algo propio, aunque ese epíteto la definiera sobre manera.
Lola, era una proxeneta venida de San Carlos y San Severino de Matanzas, que arribó al barrio de la degeneración, tras quemar su vida de puta en el barrio de La Marina y Pueblo Nuevo de su ciudad natal, y tras entrar en la vejez busco fortuna regentando un burdel.
Lejos quedaban los tiempos en los que entró de "pupila", bajo la despótica Sonsoles, La Tuerta, su "Ama de Casa", tiránica matrona, que exprimió su candidez y su insaciable lujuria, así como sus dotes para los picantones bailes. Claro que Lola, tambien llamada Lycisca, mujer loba, se emancipó pronto, porque harta de las humillaciones de La Tuerta, la eveneneno, untándole el ojo de cristal con cianuro, cuando se lo quitaba por las noches y lo ponía en un platito de porcelana que tenía en su tocador.
Lycisca, pasó unos días en el hospital de mujeres de San Nicolás, que era como una prisión, porque ella fue la principal sospechosa del envenenatiento de Sonsoles Requejo. Ella era la más aventajada de sus pupilas y la única con un carácter airado y levantisco. Pero ante la falta de pruebas concluyentes y que podía haberla envenenado cualquiera que conociera sus rutinas para con su ojo de cristal, que lo lubricaba metiéndoselo en la boca, antes de colocárselo en su vacía y reseca cuenca ocular.
Lola, se prostituyó por dinero, para salir de la miseria, y huyendo del futuro de sus padres que trabajaban de sol a sol en el ingenio azucarero de los Buendía-Valparaíso. No le resultó complicado asumir el manoseo y el fornicio como modo de vida, porque ella era de natural libidinoso, era ninfómana, ya de bien chica, en la hacienda, se revolcaba con negros pingones que le sacaban tres o cuatro cabezas, hasta que se quedó preñada y se escapó de casa para entregar al mulato que parió, en el Hospicio de las Clarisas. Una cosa llevó a la otra, y así terminó bajo las órdenes de La Tuerta.
Tras salir de la reclusión, Lola, se trasladó a ejercer su oficio a Pueblo Nuevo, a una casa que le alquiló el nieto vicioso de Doña Rita Sotolongo, al lado de la recién edificada Iglesia de San Juan Bautista. Allí, fue ella, a pesar de su juventud, la que tomó bajo su cargo a varias pupilas, demostrando sus dotes para explotar un bayú.
Las normas del Reglamento Especial de Higiene, eran muy estrictas en Matanzas, con ese reglamento se calificaba a las putas para tributar, ella era una puta de primera y sus tres pupilas, una era de segunda y las otras dos de cuarta. Lycisca, como la seguían llamando los habituales, con el asesoramiento de un medio chulo que se busco, compró y reformó la casa del Sotolongo, y puso más cuartos para el fornicio, y se trajo a su madre, de la explotación de caña de azúcar de los Buendía-Valparaíso, que para entonces ya se había quedado viuda,
Vivió unos años buenos, de calma, mientras ahorraba para retirarse, a pesar de que que el chulo le salió rana y la estafó en el primer intento de trasladar el negocio a San Isidro.
A Mesalina, le aguanto la belleza hasta los treinta y siete, aunque ella se siguió prostituyendo unos diez años más, pero no con las mismas tarifas de su época de tierno dulzor.
La muerte de su madre y contraer sífilis, fueron los detonantes para mudarse a La Habana, donde ella ya había comprado la planta principal de una casa en la Calle Picota. El tratamiento con bismuto y arsénico y ungüentos mercuriales, era algo que sólo le podían dar en la Clínica del Doctor Yarini en la capital.
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miércoles, 22 de enero de 2020
Manfred Johnson de Basterrechea y Villiers
Tierna arcilla eran los niños en sus manos, tierno barro que él, modelaba con malicia, con sádica perversión.
En el internado, él, era el director, bajo sus órdenes estaba todo. Era suspicaz, muy inteligente, con una gran capacidad para influir y manipular.
Era maravilloso tener a su merced aquellos muchachos huérfanos, sin vínculos familiares o con muy pocos vínculos.
Manfred, era ególatra, despiadado, un depredador nato, y en el internado tenía todo tipo de carne de cañón.
Nadie podía imaginar el doble juego de aquel ser de apariencia angelical, alto y apolíneo. Él, no era sólo el director de aquel hospicio, sus negocios se extendían en el mundo de la noche y las depravaciones inherentes a aquella Gomorra de las Antillas.
El Hospicio de San Isidro Labrador, estaba enclavado en el barrio del mismo nombre, en el barrio de prostitución preferente de la vieja ciudad.
Había que vivir de las mujeres y nunca morir por ellas, solía decirle con la puerta cerrada, en el despacho, Pepito.
Pepito, era su escudero, fuera, en el barrio peor afamado de la ciudad, era el que ejecutaba sus órdenes y le controlaba a las prendas, o a los muchachos en los reservadísimos cuartos del hostal de la Caridad.
Manfred, era hijo de la sacarocracia habanera venida a menos, que no podía ya permitirse vivir del cuento y por eso entró a dirigir el orfelinato de San Isidro. Lejos quedaba la vida regalada de sus padres y de su infancia, el palacete en el Paseo del Prado y los estudios en Estados Unidos.
En San Isidro, el barrio del sexo rentado como lo conocían en toda La Habana, no le resultó nada difícil contactar con el hampa, y hacer dinero fácil y liderar estas juntamentas. Manfred Johnson de Basterrechea y Villiers, tenía el don de unir con clase las palabras, de hablar en un tono bajo y lineal, con pocos aspavientos, se notaba que había viajado y dominaba el inglés, todo esto hacía de él, un guayabito, un conquistador, con capacidad para rendir por igual a hombres y a mujeres. Su vida, como le dijo Lola, la negra que lo crió, estaba gobernada por Changó, uno de los orishas del panteón Yoruba, señor de la virilidad y del fuego; dueño de los tambores de Batá; que representan el gozo de vivir, la belleza masculina, la pasión, la inteligencia, la riqueza.
Él, desde el internado, era el guardador de uno de los mejores rebaños de putas del barrio, las prostituía en todo tipo de locales y las mandaba también a hoteles, en el Saratoga, él, era el único suministrador. Y a los niñitos exquisitamente seleccionados y aleccionados, los mandaba por la tarde al Hostal La Caridad, entraban de modo muy discreto, por un callejón que había en la Calle Damas, detrás de la Iglesia de La Merced.
Después de la primera intervención americana, Cuba ya no era lo mismo, se suprimieron los toros, hasta se prohibió la lotería, con las peleas de gallos no se atrevieron, pero el vicio continuaba igual de pujante, y se abrían nuevos hoteles y salas, y los gringos venían a los casinos, a disfrutar de las francachelas nocturnas que ofertaba La Habana.
El bullicio de putas exoticas, preferentemente francesas, aunque en realidad no todas lo eran, y fueran belgas, alemana, italianas o austriacas; trajo la guerra por el control del mercado; y esas disputas, una mañana, se materializaron en un disparo al fiel Pepito, un disparo desde un balcón, en el que no se encontró a nadie. Pepe, iba al Palais Royal, a la Calle Obispo, a hacer compras, de esas que la revolución terminó llamando burguesas, acompañado por Paula Morales, pretendían compran caprichitos. para que lucieran ardientes y bien lindas las de Francia, las de los usos libertinos, las del sexo oral y anal, las de las posturas contorsionistas, las más codiciadas. El tiro le rozó la sien, le hirió. pero sin graves consecuencias. Fue un aviso que obligaba a extremar las precauciones.
Manfred, se sintió muy contrariado con este conflicto, con esta colisión de intereses, que se podía haber saldado con la pérdida de su queridísimo Pepito, de su incondicional y fervoroso servidor, de su más leal compañero.
No era fácil encontrar alguien que te profesara esa devoción, alguien a quien también profesar aquella camaradería que existía entre los dos, entre el refinado Johnson de Basterrechea y el bellísimo rudo, pero tierno Pepe Villaverde. Se conocieron en los tiempos mozos en los que Manfred, aún iba al colegio San Melitón, no eran compañeros, José, era de ascendencia social más baja, su madre llamada, La Vizcaína, era cocinera en casa de los Torre de Lima y le tocaba a Pepito, llevar el bocadillo a la hora del recreo a los señoritos de su madre. Su amistad, se afianzó un dia en El Cosmopolita, cuando un amigo conservador y de elitista familia, Alonsito Morales de Cepeda, se metió con el muchacho, con su Pepito, y Manfred, le despachó un puñetazo que le aflojo varios dientes. Desde entonces su unión se hizo inquebrantable, unión que venía desde cuando jugaba con él, en la cocina, en las aburridas visitas a sus parientes los Torres de Lima.
Villaverde se salvó, sólo le quedó la marca del rasguño, pero la herida en el honor de Manfred, nunca cicatrizo y le obligó a poner un escolta a Pepe, alguien que guardara sus espaldas en las noches de bayú de San Isidro.
A pesar de ser de una familia de linaje católico, por extrañas razones Manfred, se inició en la Sociedad Secreta Abakuá, muy probable seria por el influjo de Lola, la negra de Matanzas, que llegó a la capital desde el ingenio de los Villiers, para servir a Leandra, cuando esta se casó con el Johnson de Basterrechea. Para ser hombre, no hay que ser Abakúa, pero para ser Abakúa, hay que ser hombre; esta secta, originariamente sólo admitía varones negros, pero desde 1863 y en Guanabacoa, por obra de Andrés Petit, se empiezan a incorporar blancos y mulatos en un plante llamado Akanarán Efor. su iniciación ñañiga confirió a Manfred, una gran versatilidad de movimientos en los submundos de la isla, así como la capacidad de penetrar en esferas sociales vetadas a un blanquito católico de clase alta. Podía, y lo hacía, relacionarse con lo más alto y lo más bajo y conociendo todas sus miserias. las podía explotarlas en sus negocios de juntamentas con hembras placenteras.
Tras el intento de destronarlo, el Johson de Basterrechea, desplegó todo su maquiavelismo, para proteger lo que era suyo, sus fulanas y sus pisos de citas, sus colegialas y las putas viejas que trabajaban para él, de matronas, su más que rentable Hostal La Caridad y su influencia en el Saratoga, en el Tokyo,en el Hotel Sevilla. Ser el Rey, conllevaba estar expuesto a conspiraciones.
No le costó averiguar el apache, el chulo francés, que estaba detrás del ataque a Pepe, averiguarlo y marcarlo, para con la requerida calma tenderle una trampa y cobrarse con intereses la osadía.
Todas las mañanas, discretamente y en el bar de siempre, desayunaba con su Pepito, en la esquina con Compostela, cerca de la fonda donde se hospedaba el fiel. Allí en un velador esquinado, los dos trataban de sus asuntos, con un café y un coñac, de la demanda de putas por la construcción del canal. Y tramaban cómo iban a pasear el cebo de Rachel, "La Rosa de Francia" la más bella mujer que paseó tacones por las estrechas calles del barrio.
martes, 21 de enero de 2020
Cloe Alexia Berrueco de Menocal
Los Berrueco de Menocal, no llegaron a su estado actual porque si. El serpentín de sus enlaces, fue el que destiló una casta de rarezas sin par y unos vicios sin parangón entre los de su estatus.
Cloe Alexia Berrueco de Menocal, nació en San Cristobal de la Habana, nació en la urbe cosmopolita que la Habana era entonces. Conoció y disfrutó de la urbe bulliciosa, y padeció tras la revolución la miseria de haber apostado por seguir viviendo allí.
Cloe, podía haber optado por marcharse, pero decidió no abandonar su casa del Vedado, hacía mucho tiempo que el palacete del centro lo habían convertido en un hotel.
No se puede desdorar a las esposas porque uno sabe muy bien la influencia que tienen. Cloe, permaneció en Cuba, porque estaba ennoviada con un gerifalte de la revolución. Las clases no las borran ni las más aspavientiosas revueltas. La lujosa mansión de los Menocal, fue de las pocas que permaneció intacta en el barrio, Toribio de Nobalina, se aseguro de que nadie saqueara la casa de su querida.
lunes, 20 de enero de 2020
Tal vez fracase
"Tal vez fracase, pero será fructífero el fracaso."
Sembrar no lleva aparejado recoger frutos y hay frutos que recogemos y que ni siquiera los hemos sembrado.
Esa era la peor parte de su tesón, encajar las derrotas, revertir el resultado y argumentar una estrategia de satisfacción, tras el traspié. El carro de la fortuna, es así de caprichoso, unas veces brinda éxitos y otras veces estrepitosas claudicaciones, porque, lo que es perder, nunca está nada totalmente perdido, si uno decide seguir insistiendo.
El celibato, es una opción de vida, que evita la dispersión, pero a la vez elimina el primer estímulo del hombre, legar y perpetuar su estirpe. Soltero, uno se entretiene en otras cosas, concentra sus fuerzas en metas menos terrenas, uno puede divagar y ser abogado de pleitos pobres.
Las causas nobles de Eliseo, hubieran sido impensables, si hubiese estado casado.
Nadie le respondía, nadie le menguaba, a nadie se debía, y debido a todo eso, a lo que le placia se entregaba.
El fracaso sólo es soportable, si a tu lado no hay quien constantemente, con él, te machaca.
Es agotador ser fuerte, y ser justo, lo es más aún, si pierdes empresas. Eliseo, soportaba su cruzada contra lo injusto, gracias a su soledad y autosuficiencia.
Vida ascética y frugal, de metas muy altas y nada entendidas por la masa ingente de indolentes y expectantes.
Así, sus días se fueron tornando huraños, su pasión por la justicia le fue alejando del mundo y fue de este modo, alejándose del objeto de sus causas, el pueblo.
Sus cavilaciones, no eran nada entendidas, y rodeadas de tantos traspiés y zancadillas por parte de sus adversarios, que su imagen se volvió estrafalaria y para el grueso de los rústicos, incluso cómica.
Eliseo, cayó en desgracia, como tantas almas buenas, que de batallar se aíslan, porque nadie entiende sus abnegadas causas.
El pequeño David, se fue empequeñeciendo, no en empeño, sino en fama, y sus metas se fueron alambicando con tanta derrota, y Goliat, venció a su tesón y convenció al vulgo, que aún sometido por despotismo, adulaba a su opresor, y se reía del visionario, que malgastó sus días peleando la incomprendida verdad.
domingo, 19 de enero de 2020
Mengua mi reino
Mi ignorancia crece y mengua mi reino, los años me vacían de fuerzas, me postran ante el ventanal, ya nada me pertenece, el futuro es de otros, y en mis manos sólo hay pereza y silencio.
En los espejos me veo marchito, en perenne invierno, las manos frías y el corazón muy tierno.
Soy Melquiades, y estoy escribiendo mi testamento.
Me quedan meses, quizás días, a lo mejor horas. No quiero que nadie me atienda, que nadie sepa de mi decrepitud, que nadie se regodee en mi desvalimiento.
Llevo ya dos años encerrado en casa, desde que fui consciente de que soy futilidad. Mi tiempo hace mucho que pasó, no me quedan afectos, ya los he enterrado a todos. Hace dos años que enterré a mi último perro, no he querido tener ninguno más, no soporto la idea de dejarlo huérfano.
Mi único contacto con el exterior es Pura, ella es la que me trae lo que necesito para vivir, para seguir esperando que se apague mi luz. Me he negado a ir a un asilo, no quiero ser espectador de la decrepitud de unos extraños, si la muerte me tiene que llegar, quiero que venga a mi casa, aquí la estoy esperando, no siento miedo, es la vida, el paso lógico.
No solemos pensar que llegaremos a viejos, y menos aún que los viejos no gustan a nadie, y si alguien te atiende, te atiende por dinero. Yo no tengo dinero, vivo al día, vivo con muy poco, y lo único que tengo es pasado y me he dado cuenta que eso a nadie ya le importa.
Fui, ya siempre hablo en pretérito, pintor, escritor, divertido, audaz, visionario, ya de eso, sólo soy recuerdos. Vivo días iguales, me caliento quemando papeles, borrando que he existido. Hace ya mucho que decidí hacer desaparecer de la casa todo lo de valor, mis colecciones están escondidas, nadie sabe dónde las he guardado, creo que nunca las encontrarán, quizás sí, pero para eso tendrán que derribar la casa.
Cuando muera, quisiera que me enterraran con mis padres, pero eso es imposible, porque ante el miedo a que profanaran, en el futuro, sus tumbas, los escondí también, sus restos y los de todos mis afectos, nadie sabe dónde, por eso es imposible que me puedan sepultar allí. He intentado poner a salvo, de las manos de los viles, todo lo que quiero, pero siento que yo no descansaré así, lo he salvado todo y por salvarlo todo, me he condenado.
Lo he pensado mejor, y voy a quemar esta carta, no quiero que nadie sepa nada de mi.
sábado, 18 de enero de 2020
El Mundo
Llovía, la humedad lo impregnaba todo, la niebla acortaba el mundo y la frialdad generaba angustia.
Sobre la mesa de su escritorio, acurrucado entre unos libros, dormía Ambrosio, su gato, un felino atigrado de color naranja.
Todo era paz, carcelaria paz, con la banda sonora de las gotas de agua de los canalones.
En su matinal tirada de cartas, había salido el mundo, y a su lado el ermitaño. La carta, le indicaba que tenía que cosechar lo sembrado, pero con la sensatez que da conocerse, estar solo y pensar en soledad, sin el murmullo de los interesados afectos, sin la distracción de los pedigüeños.
Ambrosio, se desperezó, y miméticamente también lo hizo él. Esa era su misión en este pequeño mundo, colmar de halagos a sus animales, consentirlos, por la fidelidad que ellos mostraban por él.
Echó una tercera carta y salió el mago, su creatividad, ese talento que le había hecho aislarse, ensimismarse en aquella casa recóndita, rodeado de los que jamás osarían contradecirle, sus animales.
En todo el largo día no se levantó la niebla, cayó la noche y no había salido ni a la puerta de casa.
En los días tristes, la creatividad es más álgida, el frío nos empuja a calentarnos con el ingenio.
Era normal en él, desordenar las ingestas, no prestar demasiada atención al tiempo. Sus animales no le imponían ningún horario, tenían sus mismas descriteriadas rutinas.
Mientras escribía, en sus piernas estaba Tirma, la consentida, la favorita, dormida, mientras él relataba vidas que nunca hubiera vivido, relataba pasiones que jamás, él, iba a sentir.
Fuera había llovido, pero en sus novelas, de enormes horizontes, brillaba el sol.
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