sábado, 30 de noviembre de 2019

Eusebia


Cuando has olvidado los días felices, el sol en el patio trasero de tu casa, cuando el negro es el color de tu vida.
Eusebia, se miraba las manos, sus huesudas falanges, sus venas abultadas y azules, su piel pálida llena de manchas.Llevaba tres años esperando que la muerte viniera a buscarla, que la luna llena borrara todo y esparciera su polvo por las estrellas. Esperaba, rodeada de iguales en desesperanza, de amigos de los últimos días, de los que olvidaba todos los días su nombre, amigos aparcados como ella, en aquel lugar de frases amables y vacías, de palabras melosas que enmascaraban la hiel.
Que era Eusebia en aquel bullicio de quejidos y de súplicas y de retahílas de recuerdos y de cuentos que unos y otros te contaban:
- Yo tengo dos hijos, y uno es médico.
- Yo tengo tres y una hija, viven fuera, hace tiempo que no los veo.
Afectos que no tienen tiempo, que viven con prisas, en casas pequeñas, con mujeres maliciosas que no te quieren cerca.
Eusebia, no tenía hijos, ni marido, sólo tenía un perrito, que desde que entro aquí no ha vuelto a ver, uno de sus sobrinos, el que le lleva las cuentas, dice que está en su casa, pero nunca lo trae.
- Yo no tengo hijos, sólo he tenido perros, fieles perros, pero aquí no me dejan tener a Blanquita, mi perrita querida, y no saben lo que la necesito y recuerdo. Esta con mi sobrino, pero en tres años nunca me la ha traído, dice que está bien, y no sé si creerle, porque me he vuelto una vieja triste y descreída.
Los jóvenes vienen a estas cárceles, pensando que ellos nunca serán viejos, que nadie los aparcará, pensando que lo que están haciendo, nadie a ellos se lo hará.
Eusebia, odia comer, come muy poco, no come casi nada. Ella suele decir que la comida de aquí no le sabe bien, que está fría, que es mala.
Veinticuatro horas tiene el día, veinticuatro largas horas, veinticuatro horas casi iguales, aburridas, cansadas. Todos los días son casi idénticos, ya ni nota las estaciones. Vivir aquí es ver la vida a través de un ventanal, la vida de un jardín sin gente, sin bullicio, sin perros. No es ver la vida es esperar la muerte.
Eusebia, tiene anemia, come como un pajarito, duerme muy ligero, cuando se desvela cuenta copos de nieve, y sueña despierta, insomne con la nieve de su casa, con la Navidad cuando era una niña, con el blanco de Blanquita, de su perrita que su sobrino nunca le trae.
Eusebia espera y está cansada de esperar, porque nada pasa, salvo que unos llegan y otros se van y ya no vuelven. Y ella se pregunta si se habrán ido a su casa, porque nadie dice nada cuando estos se van.
- Como un pajarico comía Eusebia.
Le dicen a la señora nueva que acaba de llegar.
- Como un pajarito, pero se ha ido ya.

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