Aunque a veces lo olvidemos existe una interacción entre cuerpo y alma. De tanto relamer, acicalar, afeitar, operas y recauchutar, terminamos siendo, "bellos" esperpentos, como peras que nacen en un zarzal. El alma es inoperable, es atmosférica, y termina tildando, el cántaro roto, mil veces pegado, mil veces barnizado para que brille henchido de ácido hialurónico. Tenemos una sola existencia, a día de hoy, creo que deberíamos vivirla con una cierta coherencia. Y deberíamos entender que tener el aspecto de la mas bella flor no lleva aparejado producir su néctar. La teatralidad es un engaño y es lo primero que tendríamos que aprender. Deberíamos partir del magnetismo del ser, no del magnetismo del vulgarmente parecer.
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