y hace raquíticas las plantas a las que se acerca,
nada entorno a ella reverdece,
y su envidia todo su contorno seca y amedranta.
Estigma de perdición de alta torre de alaridos
y bufonas orondas que vociferan desde los matacanes,
esputando desde sus pestilentes bocas carroña y heces.
No es nada dorado en este exilio,
en esta cueva de ladrones de flores,
de profanadores de tumbas,
de casas sin espejos o de espejos mentirosos,
zamarras que cargando santos
y colocándoos en las primeras filas de los templos,
pensáis que toda vuestra roña esta lavada.
No mereceríais ninguna de mis palabras,
salvo por vuestra virulencia,
sois una enfermedad a combatir
y por eso devano mis sesos buscando salida.
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