lunes, 16 de febrero de 2015

Besos que saben a chicle pisoteado

Que mal saben los besos de las urdidoras de intrigas, de las urracas que roban trigo, de las cacatúas exóticas de colores violentos, de olor a sapo y aleteo de murcielago.
Que mal saben los besos de Judas almizclados con tufo de traidores santos, de manzanas reinetas molidas a golpes en el trajín de los años, porcelanas bolladas, rostros descarados, enharinadas y llenitos de cacarañas. 
Concurre la soldadesca en el islote palaciego, en el solar del festejo, donde se festeja con vinos a embaucados taberneros, convocados con el ruido del cacareado soy, del vendido tengo tanta importancia, del pregonado confluyen en mi talentos muy importantes.
Reinas de la migraña, de la calentura y el golondrino, reinas hambrientas de besos, aunque solo para saciar la urgencia y falta las besan los gorrinos. Reinas que convocan patuleas de provincianos y que provocan la adulación y presencia de la alcaldesa y de su chismoso cronista, del fabulador del brillo de un gabinete que nada acomete y vende la pandereta, las carpas, las peinetas, las procesiones y los mantecados en la verbenas de las Candelas, San Blas y los Santos Mártires.
Ciudad de ruido y arte de aficionadas crecidas y ruidosas que mariposean y fotonovelean un arte de alcantarilla, de chistorra, chiste y morcilla.
Mohoso brillo de venidos a menos y venidos sin más que creen que brillarán en una sala sin programa serio, en una sala erial, sala sin criterio de la casa consistorial.
En mayo bajará la patrona y ganaremos si la urna sona.

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