Abrirse en canal como una cabra enseñándonos la vulgaridad de las evidentes e imprescindibles vísceras, no es arte, es artero esperpento al que concurre mucho postureo de gloria ausente.
Ni las témporas son el culo, ni el arte es lo artero. Hay episodios de luces descalabradas y fílmicas sandeces, que sabiendo del vulgar talante de las oficiantes, se sabe que pertenecen al ciclo litúrgico marrullero. Hay cuentos que nada tienen de santos, hay santos que tienen mucho y chisporroteante cuento, ruido de cornetas para que entren en el palacio de la isleta las dos perillanas paletas.
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