No hay nada autónomo, no hay autonomía.
En la era del vinculo parcelamos para delinquir.
Pequeñas satrapías donde el sin oficio campa.
Donde no hay oficio para tanta y también asalariada rémora.
Tan conectados y de forma tan rápida, pero manteniendo a sueldo una mensajería de mano en mano.
Contrasentidos de la vampira política, de un caro gato al que nadie se atreve a ponerle el cascabel.
Con lo sencillo que es el sentido común, y el laberinto de leyes para delinquir que nos amparan.
No somos autónomos, somos seres globales, globalizados que pasamos hambre con este sistema de parásitas autonomías.
Demasiados parlamentos para hacer enrevesado lo simple.
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