Ella sabia que no podía dejarse cegar por los destellos, por los alborotadores y fugaces instantes de felicidad. Abrumaba por la claridad conformista y meridiana de su risa.
Levanto la cabeza y la voz, y dijo jocosa, debemos ser pacientes actores de las tragedias, pero teniendo claro que saldremos de ellas crecidos y con más ganas aun si cabe para paladear las cómicas inflexiones.
En aquel vergel de altas tapias y elevadas y opiáceas diatribas, nadie esperaba tras el grandilocuente brindis tanta rendida conformidad.
Ella no solo era así, contagiaba ser así, matrona que no aspiraba al etéreo brillo de la talla 36, ni al minimalista y uniformador negro con una discreta joya vintage,
Su ser era rotundo,para ella más siempre era más y como solía decir, que saben esos alfeñique relamidos de los estetas, de la verdadera y efímera felicidad.
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