En el bravo mar, donde naufragan las nefandas culpas, me estoy ahogando, con ralentizada angustia, en eterno martirio, con airada e indeleble macula. Arroja a mis manos un yunque, que me precipite al fondo, a las fauces de un, después de este suplicio, deseado averno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario