Al incendiario sol me abandonaré, en la arrasada pinillanura de mis afectos lloraré, con la tranquilidad de que la tórrida brisa, mi aliada, con exquisita rapidez evaporará mis salobres lagrimas. Privando a mis enemigos del placer que les supondría verme rendido, mortal, débil, vulnerable, humano. Sé que en este agotador paseo por el páramo me arañaran las tiznantes zarzas, pero erguido caminaré y lloraré. El lesivo equilibrio del desequilibrio, que solo yo y la brisa sentiremos en la calcinación de la bella y gris ruina.
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