Te escucharé como solo saben escuchar los santos, en la quietud de su hornacina.
Te dejaré hablar, te dejaré pedir, te dejaré rezar.
Y te iras desnudando, ante mi, para ti y te entenderás en el proceso a solas de regurgitar.
Te escucharé, sin interrumpirte, dejándote libre en el expresarte, en el pedir, en el desear y en el buscar el camino para cambiar aquello que tu bien sabes no te hace feliz.
Te escucharé, como solo sabe hacer Dios a través de los santos, en la soledad de tu alcoba o en el sepulcral silencio de una capilla.
Háblame, háblate, que te se y te sabes escuchar.
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