Te quiero en los estragos que la desazón hace en ti.
Consolido mis pasos en el granítico adoquinado de tus calles.
El león enredado en la zarza será la señal. La dentada dovela clave de tu arco carpanel, luce con euforizante angustia tus armas, siete cuarteles de miseria que el amasado oro en estrategias de trileros hace brillar.
En el goloso entramado de viciantes vicios, de tormentosas tormentas, de clamorosos clamores, en el melifluo ciclo helicoidal, me abandonaré a los estragos de tu perenne descompostura.
Solo será el bálsamo del Perú el que restaña y selle queloidalmente la sangría.
Será el estigma de la imponente cicatriz, el que campe en tu octavo cuartel.
Tu mísero salario ha encontrado el camino para regir emociones.
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